Acostumbrados al infierno

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Siempre he pensado que la costumbre es la fuerza más poderosa entre los seres humanos. Uno se acostumbra a cualquier situación, por penosa, embarazosa, incómoda, trágica que sea. Al revés también es verdad: nos acostumbramos fácilmente a la comodidad, a la bonanza, al lujo. Por esto último es que tanta gente que cuando está “pelando” es comunista, cuando se encuentra de frente con el dinero y la posibilidad de gastarlo, se convierte de la noche a la mañana en un capitalista más.

Pero el tema al que quiero referirme hoy es a cómo los venezolanos nos hemos acostumbrado al abuso. Me indigna ver cómo en cualquier parte -y quizás algo se deba a la fatídica inamovilidad laboral- abusan de nosotros y nosotros dejamos que nos abusen. Con paciencia, resignación y hasta desesperanza.

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El miércoles pasado mis hijas y yo teníamos pasaje para el vuelo 764 de Aserca con destino a Santo Domingo del Táchira, que estaba supuesto a salir a las 4 de la tarde. Cuando chequeamos nuestra maleta y preguntamos que si el avión estaba en hora, la empleada nos dijo “esa es una pregunta que no puedo responder”. Mala señal. En efecto, cuando entramos al área de abordaje, no había ni puerta ni hora asignada a nuestro vuelo en la pizarra de información de salidas.

Inútil preguntar. Nuestros pases de abordaje decían que la puerta era la 3 y allá nos dirigimos. Un joven empleado de Aserca que estaba apostado en el mostrador de esa entrada, repetía que él no tenía información del vuelo. Ante mi insistencia, me sugirió bajar a la puerta 5. “Allá le darán información”. En la puerta 5 me vacilaron: un empleado me mandó donde otro, y este otro de vuelta al primero.

Éste último, armado de un walkie talkie me dijo que iba a llamar a la supervisora, pero que nuestro vuelo no podría salir “porque había mal tiempo en Táchira”. Atónita, presencié cómo el avión de Laser con el mismo destino despegó a la hora pautada.  Esperé 45 minutos allí, y como era de esperarse, la supervisora no apareció.

Regresé a la puerta 3. Había gente parada en fila frente a la puerta del avión, no sé por qué, por masoquismo, sería, porque nadie sabía a qué hora salía el avión. Gente sentada en las sillas, la mayoría jugando con sus celulares, unos pocos leyendo. Todos pasivos ante el abuso de una línea aérea que ya llevaba 3 horas de retraso y ninguno de sus empleados se había apersonado a informar a los pasajeros. Ni un vaso de agua nos ofrecieron. Me gustaría saber qué reivindicación legal nos toca -algo debe tocarnos por una espera de 4 horas. Tengo una carta firmada por la mayoría de los pasajeros que publicaré en Correo del Pueblo de El Universal. Por cierto, a pesar de que nos ofrecieron que vendrían empleados del INAC a asistirnos, tampoco apareció nadie de este organismo.

Fue entonces cuando me paré en la puerta del avión a tocarla para ver si alguien de adentro salía a informar. Un niño que viajaba solo y que ya estaba bastante inquieto, me hizo el favor de abrir la puerta con el switch. Entré al pasillo del avión. Ahí sí había gente de la línea aérea, incluyendo la supervisora a la que había esperado por una hora infructuosamente.

Me rodearon a pedirme que me saliera. Me explicaron que ningún pasajero podía estar ahí. Pero sí podíamos estar esperando afuera sin que ninguno de ellos tuviera la amabilidad de acercarse a explicarnos qué pasaba. “No me salgo hasta que me digan qué pasa con nuestro vuelo”, les dije.

Cuando salí, en la puerta estaban dos guardias nacionales. “Si vuelve a entrar la llevamos detenida”, me dijeron. Típico de ellos. Amedrentar mujeres en vez de resolver situaciones. En ese momento un grupo de damas empezó a gritar pidiendo ayuda. No se presentó nadie, pero en 20 minutos abordamos. Yo estaba sentada en la segunda fila y muchos de lo que pasaban me daban las gracias. “Si no fuera por usted no habríamos abordado”, me dijeron.

“¿Gracias?… ¿por mí?”, me pregunté… La verdad es que hemos debido protestar todos con la misma energía con que unas pocas y yo lo hicimos. No sigamos acostumbrándonos a que la vida se nos haya vuelto un infierno. No nos lo merecemos…

@cjaimesb

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