En casi todos los países desarrollados existe una partida presupuestaria, anual y obligatoria, destinada a la edificación de viviendas. De esta manera, se garantiza a todos los ciudadanos en edad productiva el acceso a un techo propio, ajustado a excelente calidad constructiva, superficie habitable y distribución de espacios, evitando además emergencias e improvisaciones en un área tan importante.
A propósito, justo es decir -y ufanarse- que algo parecido ocurrió en nuestro país, con los gobiernos democráticos del trienio 45-48, y de las décadas que sucesivamente fueron desde el 58 hasta el 98, todas del Siglo XX.
Para certificar esa atrevida afirmación, recurramos a un mapa de Barquisimeto. Y, en tal sentido, emprendamos un vuelo rasante por algunas zonas, al cabo del cual -de seguro- comprobaremos que nuestras desmemorias son las que le han servido de abono altamente eficaz a los millones de embustes del tte coronel.
Veamos entonces cómo el Banco Obrero -institución creada por la Junta de Gobierno, y transformada luego en el INAVI- planificó las urbanizaciones La Concordia y Bararida, un conjunto de cientos de confortables casas, construidas sobre amplias parcelas, dotadas de cloacas y acueducto (verdaderos avances para la época), y distribuidas en sala, cocina y comedor, lavadero, jardín anterior, porche, tres habitaciones y baño interno (otra novedad en la Venezuela de letrinas y pozos sépticos)
Ambas urbanizaciones fueron inauguradas en 1950 por el dictador Marcos Pérez Jiménez, pero honra y enorgullece decir que casi toda su ejecución –desde enero de 1946- correspondió a Rómulo Betancourt (Presidente de la Junta hasta el 15 de febrero de 1948) y a Rómulo Gallegos, Presidente hasta noviembre del mismo año, cuando fue derrocado.
Vayamos luego a los años ’60, época en que se construyen las urbanizaciones Bararida I y II, conformadas por edificios de tres pisos, con amplios apartamentos. Simultáneamente, también se levantan la urbanización Sucre, Terepaima, La Estación y Los Cerrajones.
En la década del 70, el Ianvi y la Fundación de la Vivienda y Fomento del Estado Lara, edifican las urbanizaciones: El Obelisco, Los Crepúsculos, Rafael Caldera, Patarata I y II; Las Trinitarias, Los Libertadores, la urbanización Fundalara, y el Conjunto Los Humocaros, lindando con Santa Elena. En esa misma época se construye La Ruezga, así como también las urbanizaciones San Lorenzo, El Ujano y La Carucieña.
Y hacia Cabudare, los mismos gobiernos democráticos de los 60 y 70 construyen las urbanizaciones La Mata, Daniel Carías, Los Pinos, Fortunato Orellana, Rómulo Betancourt, Rómulo Gallegos y Tarabana. ¡Aaah..!, y sin olvidar jamás que también llevaron el plan Vivienda Rural a todos los caseríos del municipio Palavecino, tales como: Agua Viva, Los Rastrojos, Zanjón Colorao, El Placer, El Palaciero, El Tamarindo, La Aguada, El Mayal, Coco El Mono, Los Naranjillos, La Montaña, La Montañita, La Morita, La Piedad, etc
Comparemos ahora con la “revolución bolivarista”, y veremos, sin exagerar, que ésta pierde mil a uno. Entonces, ¿cómo hablar de los supuestos éxitos de la fantasmagórica Misión Vivienda?
Lo que sí han construido estos vividores -además de sus burdos cuentos y acabadas mentiras- son las ciento noventa mil tumbas, en donde se han sepultado, uno tras otro, todos los venezolanos que el hampa y la inseguridad han asesinado cruel e impunemente en estos catorce años! Por ello es que el nombre que de verdad le calza a esta misión -como anillo al dedo- viene a ser el de: “Misión Vivienda Eterna”.
Esa es una letal realidad. Sin embargo, muchos la hacen a un lado, e inexplicablemente, continúan navegando en este mar de engaños y demagogia. Tristemente, entonces, debemos concluir en que es muy cierto que “Águila no caza moscas…” ¡Pero pendejos sí…!, mis queridos amigos… ¡Y por montones!