Ventana abierta
Para recordar: “…Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11)
Según Limardo, M., un fotógrafo le preguntó al novelista inglés William Somerset Maughan, si quería que le retocara los repliegues de su rostro, de manera que no se le vieran sus arrugas; aquel contestó: “Las arrugas son los surcos de la vida. No me quite en unos segundos, querido amigo, lo que me ha costado tantos años lograr”. (Ventas abiertas, p.746).
En la primera página del diario EL IMPULSO, del 25 de Julio de este año, se reseña que el presidente Hugo Chávez, develó el rostro computarizado del Libertador Simón Bolívar. Y la nota dice: “el rostro de Bolívar es similar al de las cuantiosas pinturas contemporáneas, aunque con la cara menos alargada y la nariz más redonda”. El mismo día y página, encontramos una foto del candidato Capriles y detrás un busto del Libertador, cuando visitó “El Morro de Petare”. Opinamos que, tal busto tiene gran parecido al recién develado rostro del Libertador, pese a estudios, tomografía y sugerencia de científicos, entre otros: Los antropólogos.
Desde la idea hasta la develación, ocasionó gasto de dinero, tiempo, especulación y controversia, y preguntamos: ¿Acaso, se tomó en cuenta que no iniciaron en “cero”? ¿No será más difícil hacer un rostro de alguien, que haya existido, pero que no tenga ninguna pintura o hueso previamente?
Otras preguntas interesantes, para todos los cristianos o no: Sí el Libertador llegara a resucitar, ¿qué opinaría del rostro que le han dado, a lo largo de los años? ¿Estaría alegre por la controversia que ha generado su figura?
En ese ámbito, el Apóstol Pablo, nos indica claramente que no habrá un cambio de rostro cuando resucitemos. Señala que los resucitados serán transformados y habla de una renovación que apunta hacia la incorrupción; hacia la inmortalidad y no a la fisionomía. (Ver: 1ª Tesalonicenses 4:13-17; 1ª de Corintios 15:51-55).
Lo anterior, compagina perfectamente lo que White, Elena dice: “Así como Jesús resucitó de los muertos, han de resucitar los que duermen en él. Conoceremos a nuestros amigos como los discípulos conocieron a Jesús. Pueden haber estado deformados, enfermos o desfigurados en esta vida mortal, y levantarse con perfecta salud y simetría; sin embargo, en el cuerpo glorificado su identidad será perfectamente conservada. Entonces conoceremos así como somos conocidos.” (El Deseado de Todas las Gentes, cap. 84).
Cristo, después de haber resucitado, se le apareció a la mujeres (entre ellas su madre María) y apenas le vieron “cayeron a su pies y le adoraron” (Mateo 28:9). Si hubiera cambiado su rostro, las mujeres no hubiesen reaccionado de esa manera y la Biblia lo diría. También, cuando pasó por el “camino de Emaús”, dice que “el mismo Jesús” se les acercó a los discípulos, les habló y Lucas escribe, que no lo conocieron porque tenían sus “ojos velados”, y no porque Él era distinto. (Lucas 24:15).
A cuarenta días de la resurrección y pese a la mentira romana que no hubo tal resurrección, Cristo fue llevado al cielo y las personas que estaban viendo la ascensión, fueron visitados por unos ángeles, que les dijeron: “Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11).
Jesús, durante su ministerio advirtió: “Vendrán falsos Cristos” (Mateo 24:24). Pablo dijo: Satanás se “transfigurará en ángel de luz” (2ª Corintios 11:14), y tratará de engañarnos. Entonces, de la forma como se fue, Cristo con su mismo rostro vendrá, hasta con sus “marcas en las manos”, costados y pies. (Zacarías 13:6).
Cuando Cristo vuelva por Segunda Vez, no lo reconoceremos por pinturas o fotos, ya que no las hay, sólo hay aproximaciones de su rostro y tampoco hay cráneo para hacer una tomografía axial, pero “…le veremos tal como Él es.” (1ª Juna 3:2). Por eso, Dios prohibió y prohíbe imágenes o réplicas de su “figura” o de otros, porque procuraríamos adorarlas más que a Dios mismo y eso no le agradaría. (Ver: Deuteronomio 4:12-19).
Sabremos cómo es Jesús, si aprendemos lo que la Escritura habla de Él, junto a las profecías que anuncian su Venida.