Pensar
Papel de la ciencia. La sociedad capitalista en su desarrollo no puede ser entendida sin el crecimiento de la ciencia y la tecnología. La ciencia y la tecnología son inherentes al desarrollo capitalista, no se explica uno sin el otro. No podemos seguir teniendo una visión ingenua del desarrollo tecnológico y científico. Esa idea de la búsqueda de la verdad, la connotación altruista del bienestar social ha sido desplazada hace ya varios siglos por la búsqueda permanente de la ganancia. Las ciencias modernas, ha pesar de sus evidentes logros, han perseguido el dominio de la naturaleza, el hombre se convierte en un ser antinatural, acaba con bosques y especies animales con el único objetivo de obtener ganancias. Al tiempo que reconocemos los logros de las ciencias, también debemos responsabilizar a ésta buena partes de los males de la humanidad, tanto de la destrucción del planeta (agua, aire, bosques) como la propagación de enfermedades y nuevas propuestas que desbordan los límites humanos.
¿Sociedad del conocimiento y la comunicación? Así como se hace alusión de la sociedad del conocimiento y de la aldea global, lo que creaba una falsa idea de un mundo entre iguales, lo cierto es que la desigualdad es cada vez mas profunda, lo que parece ser mas igualitario son las redes de información y de consumo, pero también es incierto, ya que solo se accede a estas redes y se consume si se tiene dinero, y además estas redes tecnológicas no son en su interior tan libres y democráticas como normalmente se cree.
Cuando se pregona la sociedad del conocimiento ingenuamente podríamos pensar una humanidad más educada, más inteligente, con mayor capacidad para la reflexión crítica y la capacidad de transformación. Sin embargo lo que vemos a diario en los salones de clases, en el área de trabajo, pero más aún en los medios de ocio y consumo son seres humanos menos cultos, más irracionales, protagonizando las manifestaciones de brutalidad más espantosas de la historia humana, donde el sentido del bien y la utilidad común están muy por debajo de los intereses de lucro para unos pocos, donde no importa asesinar a miles de inocentes bajo la supuesta defensa de los derechos humanos, donde unos seres humanos son más valiosos que otros, por el hecho de vivir en determinados países y tener determinada cultura.
Estamos frente a una sociedad del conocimiento que es paradójicamente cada vez más inculta e ignorante. Se tiene mucha información de muchas cosas de las cuales se desconoce su naturaleza. Se tiene mucha información de lo que no se sabe y se es incapaz de transformar. Esto no niega que en efecto exista una “revolución del conocimiento”, pero que ha estado y ahora está aun en menos manos, mientras lo que abunda es la información, el conocimiento por el contrario es cada vez más escaso.
El lenguaje juvenil es una demostración de las carencias y debilidades de la educación y la cultura actual, de un promedio de unas 500 mil palabras que tienen nuestros idiomas, los seres humanos más cultos y leídos dominan unas 25.000, pero el promedio apenas supera las 2.000 palabras. Basta oír a los jóvenes para ver como se repiten groserías y vulgaridades, ofensas como si se tratasen de un saludo cariñoso. Un lenguaje inentendible para los adultos, códigos, palabras entrecortadas, las mismas que utilizan en los mensajes celulares y por internet, en una especie de economía del lenguaje. Otros hablan mucho pero dicen poco, hablan mucho pero se conocen menos, todo es un ciclo de pocas palabras que se repiten sin sentido lingüístico pero si corporal.
¿Gestión o producción del conocimiento? Hoy cuando tanto se habla de gestión del conocimiento, es necesario aclarar que lo que más necesita el mundo y sobre todo los países pobres es producir conocimiento, no simplemente administrarlo y gestionarlo. Desde hace cinco siglos lo que hemos hecho en la mayoría de países del tercer mundo es aprender y enseñar, administrar, consumir, gestionar un conocimiento que no es propio, un conocimiento ya elaborado por la ciencia y la cultura occidental, con su centros hegemónicos, fundamentalmente en Europa Occidental y en el siglo XX se agregan los EEUU y luego Japón. Cuando revisamos el número de investigadores en relación a la población total en los países del tercer mundo- las publicaciones científicas y la producción de patentes- si bien son parámetros cuestionables, hecho para medir la ciencia en el capitalismo, no hay la menor duda de la desproporción que tenemos en términos de la producción del conocimiento. Continuará…