Bolívar con rostro ajeno

Dada la manifiesta incapacidad del candidato Hugo Chávez para gobernar, optó por cambiarle el nombre a todo cuanto pudo.
Todavía en la agonía de su gobierno, persiste en pretender tapar su monumental fracaso cambiando las cosas de nombre y de lugar. Conozcamos la historia. Con el referendo inconstitucional que convocó el dos de febrero de 1999, trepó hasta sustituir la Constitución de 1961; asaltó el Congreso de la República (bicameral) y lo reemplazó por un parlamento unicameral. A través de dicho parlamento (Asamblea Nacional) modificó nombres y estructuras del resto de las instituciones del Poder Público Nacional. Recuérdese que todo ese proceso, incluyendo la nueva Constitución, tiene origen inconstitucional.
Luego, y sin pérdida de tiempo, ya en un país diferente (República Bolivariana de Venezuela), al mismo tiempo que desmontaba el sistema democrático, se empeñó en hacerle ridículos maquillajes a los símbolos patrios. Al caballo del Escudo Nacional lo puso a mirar hacia atrás. Es decir, a otear el pasado en vez del horizonte. Al tricolor le agregó otra estrella. Tememos que, en cualquier momento, podría ser incorporado al Gloria al Bravo Pueblo, un himno del cuatro de febrero. El tipo se atreve a esto y más.
Como si todo eso fuera poco, se la dedicó al Libertador por la calle del medio. Profanó su tumba, manipuló sus restos, le desfiguró el rostro, considera que murió asesinado y anda tras la pista de los criminales y, para colmo, piensa cambiarlo de fosa. Pero aún falta: le está buscando otra casa natal. Bueno, que la decrete en cualquier parte; menos en Sabaneta de Barinas. ¡Zape, gato!
Ante el silencio o la pasividad de la Sociedad Bolivariana de Venezuela (¿Existe?), nosotros hacemos una invitación a nuestro pueblo: luchemos para mantener vigentes las imágenes tradicionales de Bolívar. Las que conocemos desde que éramos niños. Las que tienen más de dos siglos de historia. Las que constituyen la evolución de la imagen del primer Padre de la Patria. ¿Será verdad que estamos a punto de tener otro? ¡Todo cabe en un cerebro megalómano!