Pienso que debemos buscar caminos de reconciliación ante tantas situaciones violentas. Esto me parece básico. La situación es grave en muchas partes del mundo, pero el estimulo de la paz debe hacernos personas de comprensión y diálogo. Todas las crisis, y la de este momento es global, aunque nos puede intimidar y amilanar en un principio, lo cierto es que nos sirve para comenzar de nuevo. Desde luego, despertar a un mundo en el que se conviva más y mejor siempre es un signo de vitalidad.
Realmente se precisa una buena ración de esperanzas. En un mundo ampliamente desmoralizado, donde el ser humano en ocasiones no vale nada, hay que retomar una actitud de humanización y eliminar de la faz de la tierra estructuras malvadas de orden económico, social o político. El ser humano no puede vivir asfixiado por la irresponsabilidad de gobiernos mafiosos, precisa rencontrarse, realizarse y redimirse consigo mismo, para poder reaccionar contra la injusticia y la mentira. Algunas personas se encuentran tan perdidas que ya no son conscientes de que piensan justamente lo contrario de lo que predican.
Ha llegado, pues, el momento de borrar las rivalidades y de tomar otros sentimientos más armónicos con la vida, con el acercamiento de unos y de otros. De un tiempo a esta parte, todo se ha degradado en un puro mercado de intereses, como si el ciudadano fuese una mercancía de usar y dejar tirado en cualquier esquina, en el momento sobre todo que deja de ser productivo. También prolifera el desorden social, y en lugar de subordinarnos a la verdad, nos ponemos del lado del poder, aunque sea un dominio que nos esclavice.
Al final tiene que despuntar un nuevo estilo de vida, una naciente forma de entendernos para poder convivir. Por desgracia, en todo el mundo crece más y más el sentido de la irresponsabilidad y al mismo tiempo del egoísmo, lo cual nos lleva a un retroceso grande. Considero, pues, fundamental la idea de las Naciones Unidas, de fomentar entre las naciones relaciones de aprecio. Precisamente, el 30 de julio se celebra el Día Internacional de la Amistad, y al evocar esta onomástica, se me ocurre pensar, que debemos activar mucho más el mensaje de la alianza entre las personas, para así, entre todos, poder reforzar la solidaridad entre los países.
La auténtica amistad lo comparte todo, multiplica los gozos y divide los dolores por la mitad, aumenta la felicidad y disminuye las desgracias, tiende puentes y alienta iniciativas de concordia. Estoy convencido que sólo a través del vínculo de la amistad se podrán unir fronteras, acrecentando la diversidad cultural, tan necesaria para la comprensión y la mediación entre naciones. La idea aristotélica de que “si los ciudadanos practicasen entre sí la amistad, no tendrían necesidad de la justicia”, puede ser una buena receta para estos tiempos de poca conciencia responsable. Quizás, entonces, el mundo estaría menos enfermo.
La reconciliación es una amistad armoniosa
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