Los científicos del Siglo 21, luego de varias décadas y millones y millones de euros, acaban de descubrir que el vacio no existe y que flotando en la nada existen unas partículas que son parte de una estructura cósmica que precede a la materia como dimensión cuantificable.
Suponemos que estas observaciones donde participaron miles de científicos con equipos cibernéticos supersofisticados para registrar el comportamiento subatómico de partículas enterradas en la tierra dentro de un tubo kilométrico, tienen su antecedente en las teorías que explicaron que la materia y la energía eran continuas y que por ello lo del Átomo de Demócrito era una paparruchada.
Pero las teorías sobre la composición del vacío no son nuevas ni exclusivas del mundo de los físicos, ya que el propio Aristóteles expuso que donde supuestamente no había nada existía el Éter, que era un elemento supralunar mas ligero que el aire. De esta forma desde la antigüedad los filósofos se preguntaban sobre la conformación física de lo visible y su relación con los componentes intangibles e invisibles sobre los cuales no tenían instrumentos de observación sino una profunda inteligencia intuitiva, que algunos antropólogos denominan lógica innata del hombre consustanciado con sus entornos. Así tenemos que al igual que el Éter aristotélico como substancia de inmanencias cósmicas se convirtió en una metáfora para provecho de poetas, algo parecido pasó con el Topos Uranus de Platón aunque nadie lo haya relacionado con el núcleo original de materia que dio origen al Universo con el Bing Bang.
Lo cierto es que esta Particula de Dios explica y legitima de manera científica lo que teóricamente plantearon filosos de la antigüedad y lo que también es la base dogmatica de la gran mayoría de credos religiosos. Dios està en todas partes, su presencia es absoluta en cada rincón del Universo, afirmamos y creemos los cristianos, leamos también el principio del Tao, libro fundacional de las Mìsticas Orientales:
El Tao que puede nombrarse no es el Tao eterno.
El nombre que puede nombrarse no es el nombre inmutable. La no existencia es el principio del cielo y de la tierra. La existencia es la madre de todo lo que hay.
Desde la eterna no existencia contemplamos en calma el misterioso principio del Universo.
Desde la eterna existencia vemos con claridad las distinciones superficiales.
No existencia y existencia son uno y lo mismo en su origen; sólo se separan cuando se manifiestan.
Esta unidad se denomina profundidad. La infinita profundidad es la fuente de donde se origina todo lo que hay en el Universo.
En ambas nociones de Dios o El Tao podemos determinar la omnipresencia de un factor que por si mismo genera la multiplicidad fenoménica de la cual formamos parte. Este factor podemos perfectamente vincularlo y validarlo con el reciente descubrimiento de La Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), la cual confirmó la tesis de Peter Higgs, formulada en 1964 quien describió con la sola ayuda de un lápiz y un papel las ecuaciones que predicen la existencia de una partícula nunca vista, pero necesaria para que funcione el Modelo Estándar sobre el que se basa la física actual. Es la partícula fundamental de lo que se conoce como el mecanismo de Higgs, una especie de campo invisible presente en todos y cada uno de los rincones del universo y que hace que las partículas inmersas en él tengan masa. El bosón de Higgs es el componente fundamental de ese campo, de la misma manera que el fotón es el componente fundamental de la luz. Si la ‘partícula de Dios’ no existiera, tampoco existiría nada material en el Universo.
El por qué estos descubrimientos científicos no se incorporan a un proceso de análisis que actualice el conocimiento filosófico y religioso tiene que ver con las férreas demarcaciones escolásticas que dieron origen a las universidades europeas, las cuales satanizaron todo intento de explicar las relaciones del Hombre y de Dios sobre bases científicas modernas. Por ello masones, agnósticos, rosacruces, fueron catalogados como herejes merecedores de la hoguera y el martirio.
Pero gracias a Dios desde los sitios más imprevistos El nos habla con voz fuerte y clara para decirnos que somos parte de su esencia y que su energía es nuestra energía y que Jesús habló con metáforas pero no con ánimo de instalar dogmas secretos sino para hacerse entender. Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, todo está en nosotros, en la misma energía que se expresa en formas diferentes.
La partícula de Dios
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