Si, para ti. Sin importarme cuántos años tienes, o si eres hembra o varón. Tú que ahora estás sentado en la acera con proyectos y sueños extinguidos por una u otra razón. Tú que ahora estás entre la multitud del colegio, o en la avenida, o en el medio del boulevard; pero, estás solo y apartado, con solamente razones para llorar y tienes muchísimas ganas de entrarle a patadas a eso que te han enseñado que es el mundo.
Te ruego que me permitas acercarme a ti. Comenzaré dándote un trébol que un señor me ha obsequiado para ti y para todos los que como tú ahora están andando en la soledad. Ese regalo proviene de esta misma tierra. Si, esa misma que ahora ves a tu alrededor, sólo que al principio de los tiempos era como el más hermoso de los huertos. Lo que ahora tenemos se debe a dos cosas: a) no obrar bien; b) y aquello que nos mueve a no obrar bien. La primera es un tipo de verbo y la segunda es un sujeto.
Yo sé que tú quieres cambiar el mundo de hoy; y también sé que tú solo no puedes. Créeme yo tampoco puedo. Ni siquiera se qué será de mi en el próximo instante, dentro de un segundo. Sin embargo, hay una salida: juntemos tus fuerzas y sueños con los míos asociándonos con Aquel que hace que todo llegue a ser. Él es Yahvé, o Jehová.
Si nunca te habían hablado de él, es porque nadie sabe exactamente cómo es él en realidad, porque nadie lo ha visto. Y me alegro por eso, porque nosotros somos el bombillo de una pequeña linterna de mano y Él una energía eléctrica capaz de iluminar a toda una ciudad entera. Verlo cara a cara, es como conectar la bombillita de la linterna a una toma de corriente casera… ¡Boom y ploof! Se quemaría!!!. Ten mucho cuidado si vas a hacer este experimento por ti mismo.
Ahora bien, ahora quizás me estarás inquiriendo: ¿cómo hago que sea mi socio, si ni siquiera lo puedo ver? Bienaventurados somos tú y yo. El envió a su Hijo. ¿Te imaginas? El propio hijo del dueño de la compañía, y él está vivo y presente en este mismo instante ahí a tu lado.
Si quieres, sigue tus sueños al lado de Él. Encontrarás que él si tiene todo el poder para hacerlos realidad. Las Sagradas Escrituras, que es la palabra de Yahvé, hablan de él desde el principio hasta el final. Él es el centro de la creación: todo fue hecho por él y para él.
¡Adelante, compañero! Si vas tras él, te espera un gran tesoro.
Carta para tí
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