Venezuela en el mundo

Tal y como sucede en la escena nacional, que el aspirante a otra reelección sigue las iniciativas del candidato de la Unidad, está ocurriendo a nivel internacional. Así como aquí planteó –sin concretar, claro- constitucionalizar las misiones porque Capriles propuso una Ley de Misiones para todos por igual que se redactó y mediante recolección popular de firmas fue introducida en la Asamblea que manguarea para no tramitarla, ahora lanza una ofensiva hacia el exterior, para decirle al mundo que es invencible de toda invencibilidad. Con recursos económicos infinitamente menores y mucho menos ruido, claro, la Unidad viene trabajando en ese frente desde hace un buen  tiempo. El Grand Tour de políticos y parlamentarios oficialistas anunciado con el pretexto del Natalicio del Libertador, cuyo patrocinio se pelotean Cancillería y Asamblea, y en ambos casos sería violación de la legislación anticorrupción y electoral, es una réplica cara y burocrática, del trabajo persistente que la Mesa de la Unidad Democrática, desde 2010, y ahora reforzada por el Comando Venezuela este año, han desarrollado, como parte de una estrategia alternativa seria, y muy a consciencia de que la responsabilidad de gobernar tiene una dimensión internacional. El mensaje que hemos llevado al exterior es claro y directo. Venezuela no es un gobierno, y mucho menos una sola persona. En Venezuela hay una alternativa democrática unida, consolidada, que trabaja en el camino cívico, pacífico, constitucional y electoral para cambiar el gobierno y el modo de gobernar. Tiene, además de una política y una estrategia unitarias, un programa unitario, y una candidatura unitaria, surgida de ejemplares elecciones primarias nacionales abiertas y cuyo abanderado es un joven con experiencia de gobierno e ideas claras. Esa alternativa tiene una política internacional responsable. Con una comprensión práctica del mundo actual, desprovista de prejuicios, retórica agresiva y fantasías ideológicas. Atenta al interés nacional venezolano y consciente del aporte que un país de nuestras condiciones puede hacer a la cooperación, la paz, la prosperidad, de la región y, sin absurdas pretensiones mesiánicas, del mundo.  Ese mensaje lo presentamos con delegaciones al ámbito latinoamericano, primero al entorno vecinal de Brasil y Colombia. Más hacia el Norte, a México y Estados Unidos. Y en Europa a España, Alemania y, la semana pasada, a Francia y Gran Bretaña.  Por otra parte, gracias a la organización espontánea de la solidaria diáspora venezolana, promovida y apoyada desde aquí, hemos organizado una red internacional de Mesas de la Unidad, lo cual nos permitió realizar las primarias en más de ochenta ciudades del planeta y duplicar el número de venezolanos inscritos en el Registro Electoral en el exterior, a pesar de las trapacerías burocráticas de los consulados, diseñadas para obstaculizar, en vez de garantizar, los derechos de nuestros compatriotas afuera.  Para ellos, también, tenemos un mensaje. El servicio consular venezolano no puede seguir tal y como era cuando los venezolanos en el exterior eran cuatro gatos. Digo en tamaño y organización, pues la atención hoy es inferior y muy sesgada políticamente. Tenemos un proyecto de reforma consular basado en el respeto a los venezolanos y en la necesidad de atenderlos como merecen. También proponemos una política migratoria de retorno. Con estímulos y oportunidades.  La receptividad encontrada a nuestros mensajes ha sido de enorme interés y notable receptividad. Políticos de todas las tendencias ideológicas, empresarios e inversionistas, analistas e intelectuales, medios de comunicación, comprenden cada día más que Venezuela es un país que desafía los lugares comunes y, por encima de la propaganda multimillonaria, quiere vivir y progresar en paz.