Los ranchos no son el problema

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LA CIUDAD COMO TEMA

Suele satanizarse a los ranchos. Para empezar, tienen varias virtudes entre las que están el ser de un muy bajo costo inicial y ser muy fáciles de levantar, toma poco tiempo construirlos, son de desarrollo progresivo y sus componentes son reciclables pues  pueden desarmarse , reutilizando el material para armarlo de otra manera. Por ultimo,  no representan una carga para el suelo, no se resquebrajan si ocurren  asentamientos diferenciales y es poco probable que ocurra algo grave  si se desploman por causa de un terremoto, por violento que este sea. Ninguna de esas virtudes se atribuye a una casa hecha con estructura de cemento armado y paredes de bloques.
El problema de los ranchos lo representa la clase de urbanismo asociado a ellos. Suelen estar levantados en terrenos frágiles, en pendientes pronunciadas con riesgos de deslizamientos o en terrenos anegables. También el tamaño de las parcelas suele limitar su utilidad y en la distribución en el terreno no suelen seguir un patrón urbanísticamente adecuado: sin anchos de calle aceptables que permita ensanches viales futuros. Las vías pocas veces se trazan con alguna racionalidad y se convierten en un laberinto que hace muy costoso el servicio de agua y el de cloacas o imposibilita trazar una ruta de transporte que funcione mas o menos bien. Tampoco dejan las reservas de espacios para las plazas y parques o para los servicios comunales como la escuela, la iglesia –y ahora- para la sala de batalla o la sede comunal-.
El urbanismo de los ranchos crea otros problemas, por ejemplo, ocupan áreas que en el plan de desarrollo urbano están especificadas como áreas de protección, de parques o de expansión de grandes equipamientos de carácter metropolitano, como las universidades, otros son espacios que no pueden ocuparse por ser canales de servicio, por ejemplo, de las tuberías de gas y de las torres de las redes de distribución eléctrica.
Otro problema es el conflicto con los propietarios legales de los terrenos, si así fuere el caso. Este es un conflicto que por ahora es imposible resolver por la vía legal dado que las invasiones son estimuladas y autorizadas por el partido de gobierno y las autoridades locales, en contra de lo establecido en las leyes.
En esta época los ranchos, en su expresión masiva, son un producto típico de la pobreza del tercer mundo. En los países ya desarrollados dejaron de existir de manera masiva y lo que si hay son conjuntos de viviendas que por su edad están deterioradas y son sometidas a procesos de rehabilitación o de renovación urbana en intervenciones casi siempre llevadas a cabo por las autoridades locales y que desde hace años se realizan con prudencia para no romper los vínculos sociales, afectivos y solidarios entre los miembros del vecindario, especialmente de los mayores y ancianos. En consecuencia, una vez saneada el área se procura que la población anterior retorne a los espacios de sus afectos, incluso conservando la proximidad entre los vecinos tal como existía antes.
Por supuesto, los desalojos que puedan ocurrir por causa de las invasiones deberían tener en cuenta esta experiencia de modo que antes de desalojar a nadie de un rancherío, deben existir de antemano las viviendas donde los van a reubicar.
Una alternativa para evitar la multiplicación de los ranchos es el crear zonas de invasión que son espacios que la municipalidad lotea racionalmente y con los criterios urbanísticos necesarios. Los lotes se entregan en propiedad con un precio muy económico –esto es importante- de modo que la municipalidad va construyendo los equipamientos urbanos mientras los privados van levantando sus ranchos y los van mejorando en la medida de sus posibilidades. Esto es mucho mas realista que intentar entregar viviendas completas porque así se atiende a mucha más gente. Y al final el resultado es muy bueno.
Lo malo de esta manera de proceder es que así se hace mucha menos demagogia política.
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