Una mujer que, desde hacía varios años, se dedicaba a vender arepas rellenas en la acera sur de la Intercomunal Cabudare-Acarigua, en La Piedad Sur, fue asesinada de un balazo en el corazón cuando se opuso a un delincuente, que luego de haber consumido tres arepas y un vaso de jugo, sacó un revólver para asaltarla.
La víctima fue identificada por las autoridades como Lucibel Agüero, cédula de identidad número 11.881.358, de 42 años, residenciada en una casa amarilla del sector Maximino Rojas. No fue posible que sus familiares accedieran a aportar mayores datos.
El presunto asesino, José Antonio Giménez Mejías, de 19 años y domiciliado en Colinas del Sur, de Tarabana, fue apresado dos horas después, aproximadamente, por una comisión de funcionarios de la estación Almariera que realizaban un operativo por las inmediaciones de La Campiña y, luego de ser reconocido por testigos, fue puesto a la orden de la Fiscalía Séptima del Ministerio Público.
Según la versión extraoficial de los hechos, el mencionado individuo llegó a eso de las 7 de la mañana al puesto de venta de arepas rellenas de Lucibel Agüero y poco a poco le fue pidiendo el servicio de tres arepas y un jugo de naranja.
Una vez que hubo satisfecho su apetito, en vez de pagar el consumo, el sujeto que había llegado en una bicicleta y cargaba un morral, sacó de éste un revólver y apuntó a su indefensa víctima, advirtiéndole que se quedara quieta y le entregara todo el dinero que tenía.
La mujer en ese momento estaba acompañada de una adolescente, de 17 años, quien vio cuando la infortunada Agüero opuso resistencia y el tipo le disparó precisamente en el lado izquierdo del pecho, destrozándole el corazón.
La víctima inmediatamente se desplomó sobre la acera, por cierto alta, del frente de una fábrica de compotas.
El homicida, tan pronto como vio caer a su víctima, huyó pedaleando su bicicleta y llevando colgado el morral de color negro con franjas rojizas.
Pero, cuando había llegado a una estación de gasolina de La Campiña fue detenido por una comisión policial compuesta por los funcionarios que andaban en las unidades 1044, 1045 y 1039, que ya habían sido alertados.
La principal testigo lo indentificó cuando lo vio y no se había cambiado de ropa. Llevaba una camisa blanca percudida, un bluyín sucio, calzaba zapatos negros con trenzas y llevaba una cadena en el cuello. Ya se había hecho sospechoso y al ver a los policías trató de escapar en la bicicleta y llevaba el morral; pero, ya se había deshecho del arma de fuego, según lograron saber los reporteros.
Fotos: Dedwison Álvarez