Aunque pasen los años, la figura de Simón Bolívar siempre está presente en nuestra nación.
Hay quienes lo observan como un Dios omnipotente, otros como el Salvador que nadie suplantará. Algunos sienten admiración por las batallas en las cuales participó y lo señalan definitivamente como un héroe. Y otros le siguen venerando como un santo en un altar muy personal.
Títulos le sobran: patriota, soldado, estadista, presidente, militar, político, masón, pero sobre todo se le reconoce como Libertador, ya que ésta fue sin duda alguna la gesta por la cual luchó.
Poder ver libre a los países americanos, era más que una lucha para Simón Bolívar, fue una meta incluso personal que hoy le reconoce la historia.
Pero detrás de esos títulos, que se ganó desde el mismo momento en que nació, el 24 de julio de 1783, hace 229 años, se descubre al hombre, al venezolano, al soñador, quien tomó la pluma como su mejor arma para manifestar y expresar sus pensamientos e ideas.
A través de su escritura, nos deja un legado y al mismo tiempo un llamado. Hoy cobran más vigencia que nunca, pues los mensajes de Simón Bolívar siguen vivos en el resonar del tiempo, del hacer de la patria y del mismo hecho ciudadano.
Celina Manzoni, del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires (UBA), lo describe de la siguiente manera: “la apelación a la “americanidad” para referirse a la escritura de Simón Bolívar reenvía a una compleja tradición cultural cruzada por debates intensos y varias veces centenarios que el brillo pasajero de las efemérides puede llevar al olvido, sea porque se especule con la negación de lo que se exalta o porque complementariamente, pero de manera más sofisticada y hasta redituable en tiempos de desapego, se genere una atmósfera que tiende a hacer de los sujetos históricos, de la cultura, de la moral y de la política generalidades inconsistentes y, por eso mismo, portátiles”.
“En prevención de esos facilismos no parece entonces impertinente recordar que aquella tradición, con el nombre de americanismo literario, atraviesa innumerables textos dedicados a indagar en la especificidad cultural y a fundar la autonomía literaria del continente hispánico, separándolo y distinguiéndolo de la fuente europea. No es vano, entonces, recordar entre las hazañas de la emancipación americana el gesto de escritura, ya no sólo de sus literatos, sino de Simón Bolívar, uno de sus indiscutibles protagonistas”, destaca Manzoni.
Y es como lo describe Celina Manzoni, Simón Bolívar no es sólo el Padre de la Patria por habernos proclamado libres e independientes, luego de haber luchado por ello. Es también el hombre que responde y que impulsa sus ideas para convertirlas en algo más que promesas políticas de la nación, sino además en la fuente inagotable de sueños que aún nos falta realizar.
Los principales escritos políticos de Bolívar son el Manifiesto de Cartagena (1812), las Cartas de Jamaica (1815), el Discurso de Angostura (1819) y el Discurso ante el Congreso Constituyente de Bolivia (1825).
Cada uno de estos escritos y documentos corresponden a una fecha y por ende una etapa distinta, tanto en el ámbito político, como en el social. Es por ello que aunque sea Bolívar la misma persona que lo escribe, no alude al mismo pueblo al que se refiere en 1812, que el de 1825 por ejemplo. Así como tampoco son los mismos problemas, ni las mismas causas los que le impulsan a redactar un documento. Son llamados diferentes los que hace en cada una de sus proclamas.
Lo que sí es importante señalar, es que a través de esas líneas que inspiraron al Libertador y que hoy todavía están resguardadas en textos históricos, se puede encontrar la personalidad de Simón Bolívar, quien en oportunidades nos grita desesperadamente para que despertemos y no caigamos como país en un abismo sin final.
Otras veces clama por justicia, ante ilegalidades, desafueros que no conducen sino a la pérdida irremediable de lo que debe ser un buen ciudadano.
El militar y el político se encuentran entre párrafos y emite proclamas para que, con pasos firmes y decididos, se pueda ser un buen guía ante una nación que necesita más un pastor que un mesías.
Se ve el hombre que acude a las palabras de amor para conquistar y decir entre letras sueltas aquellos sentimientos, que entre un tiempo y otro se quedan guardados en el recuerdo del amante vespertino.
También se vislumbra al hijo, al hermano, que reserva frases de ánimo a sus familiares, que recuerda momentos inolvidables de su infancia y su juventud, de su Caracas natal, de ese niño Simón que no paraba de correr y jugar, y entre juegos imaginar la añorada libertad.
Otro elemento fundamental del pensamiento de Bolívar es su esfuerzo por hacer posible la democracia en Hispanoamérica; es decir por construir sistemas políticos nuevos y a la vez estables en las nacientes repúblicas. En realidad a esto dedicó su vida el Libertador. Pero el esfuerzo puede ser considerado y medido desde varios ángulos.
Hoy, 229 años después, celebramos el natalicio de un hombre que supo liderar la libertad de los pueblos y que sigue siendo referencia a través de la diversidad de sus mensajes.
Carta a Manuela Sáenz
Ica, 20 de abril de 1825
Mi bella y buena Manuela:
Cada momento estoy pensando en ti y en el destino que te ha tocado. Yo veo que nada en el mundo puede unirnos bajo los auspicios de la inocencia y del amor.
Lo veo bien, y gimo de tan horrible situación por ti; porque te debes reconciliar con quien no amabas; y yo porque debo separarme de quien idolatro.
Sí, te idolatro hoy más que nunca jamás. Al arrancarme de tu amor y de tu posesión se me ha multiplicado el sentimiento de todos los encantos de tu alma y de tu corazón divino, de ese corazón sin modelo.
Cuando tú eras mía yo te amaba más por tu genio encantador que por tus atractivos deliciosos. Pero ahora ya me parece que una eternidad nos separa porque mi propia determinación me ha puesto en el tormento de arrancarme de tu amor, y tu corazón justo nos separa de nosotros mismos, puesto que nos arrancamos el alma que nos daba existencia, dándonos el placer de vivir.
En lo futuro tú estarás sola aunque al lado de tu marido. Yo estaré solo en medio del mundo. Sólo la gloria de habernos vencido será nuestro consuelo.
El deber nos dice que ya no somos más culpables. No, no lo seremos más.
Para Antonio José de Sucre
Turbaco, a 26 de mayo de 1830
A S. E. el general Sucre
Mi querido general y buen amigo:
La apreciable carta de usted, sin fecha, en la cual usted se despide de mí, me ha llenado de ternura, y si a usted le costaba pena escribírmela, ¿qué diré yo?
¡Yo que no tan sólo me separo de mi amigo sino de mi patria!
Dice usted bien, las palabras explican mal los sentimientos del corazón en circunstancias como éstas:
Perdone usted, pues, las faltas de ellas y admita usted mis más sinceros votos por su prosperidad y por su dicha.
Yo me olvidaré de usted cuando los amantes de la gloria se olviden de Pichincha y de Ayacucho.
Usted se complacerá al saber que desde Bogotá hasta aquí he recibido mil testimonios de parte de los pueblos.
Este departamento se ha distinguido muy particularmente. El general Montilla quien se ha portado como un caballero completo.
Saludo cariñosamente a la señora de usted y protesto a usted que nada es más sincero que el afecto con que me repito de usted, mi querido amigo.
Su Bolívar.
Mi delirio en el Chimborazo
Yo venía envuelto en el manto de Iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al Dios de las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo. Busqué las huellas de La Condamine y de Humboldt; seguílas audaz, nada me detuvo; llegué a la región glacial, el éter sofocaba mi aliento. Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que pusieron las manos de la Eternidad sobre las sienes excelsas del dominador de los Andes. Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales, ha surcado los ríos y los mares, ha subido sobre los hombros gigantescos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marcha de la libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor de Iris, ¿y no podré yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra? ¡Sí podré!
Y arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino, dejé atrás las huellas de Humboldt, empañando los cristales eternos que circuyen el Chimborazo. Llego como impulsado por el genio que me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firmamento: tenía a mis pies los umbrales del abismo. (Extracto)
Ilustración: Archivo