Indudablemente que una de las imágenes favoritas de Jesús es la del Buen Pastor, dibujada, tanto en el Evangelio, como en el Antiguo Testamento, especialmente en el Salmo 22.
Sabemos que Dios escogió a algunos dentro de su rebaño de ovejas para ser pastores de éstas. Sin embargo, a través del Profeta Jeremías (Jer. 23, 1-6), Dios es muy severo con respecto de los malos pastores, cuya conducta critica agriamente: “Ustedes han rechazado y dispersado a mis ovejas y no las han cuidado. Yo me encargaré de castigar las malas acciones de ustedes”.
Pero Dios no se queda en la censura a los pastores que no cuidan su rebaño, sino que promete El mismo ocuparse de sus ovejas: “Yo mismo reuniré al resto de mis ovejas … para que crezcan y se multipliquen … Ya no temerán, ni se espantarán y ninguna se perderá”. Sabemos que Dios envió a su propio Hijo para ser ese Dios-Pastor que reuniría a todas las ovejas y las atendería personalmente, defendiéndolas de los peligros y alimentándolas con su Palabra y con su Cuerpo.
“El Señor es mi Pastor, nada me falta”, cantamos en el Salmo del Buen Pastor. Y, efectivamente, con Cristo nada nos falta. Y, aunque pasemos momentos difíciles y oscuros, nada tememos, porque El va con su cayado guiándonos y apaciguándonos.
Jesús es el Buen Pastor. Y ¿cómo cuida de sus ovejas? El Evangelio está lleno de muchas imágenes del Buen Pastor: las atiende, las busca si se pierden, las cura si se enferman, las monta en sus hombros para regresarlas al redil, se alegra cuando encuentra a la perdida, etc. etc.
Jesús es el Buen Pastor. Y primero cuida del pequeño rebaño escogido por El y más cercano a El. Estos son los Apóstoles, a quienes hace pastores del gran rebaño, de su Iglesia. Por eso cuando los envió por primera vez a misionar, de regreso los invita con El “a un lugar solitario, para que descansen un poco” (Mc. 6, 30-34).
Ahora bien, recordemos que todos somos apóstoles, pues Cristo nos ha encargado de llevar la Palabra de Dios a todos los que deseen recibirla. Eso es evangelizar. Y también la Iglesia nos está llamando a evangelizar.
Debemos, entonces, preguntarnos qué nos indica esta atención del Señor para con sus Apóstoles. ¿Qué significará esa atención para los evangelizadores de hoy? Lugares solitarios y de descanso son todos aquellos momentos en que el Señor nos llama a orar, es decir, a estarnos con El a solas para descansar en El y para dejarnos instruir por El.
En efecto, no puede haber verdadero apostolado sin esos momentos de intimidad con Jesús, en los que renovamos no sólo nuestras fuerzas físicas, sino principalmente las espirituales. No puede haber verdadero apostolado y efectiva evangelización sin esos momentos de silencio en los que profundizamos la Palabra de Dios, para irla internalizando y haciéndola vida en nosotros, de manera de poder comunicarla a los que deseen escuchar.
Jesús es el Buen Pastor. Y, además de cuidar y entrenar a sus pastores, también se ocupa directamente de sus ovejas. Nos dice el Evangelio que, a pesar de que en este pasaje Jesús trató de irse en una barca a un lugar solitario con sus Apóstoles, la gente los siguió por tierra corriendo y llegaron primero que ellos al sitio. Y Jesús viendo “una numerosa multitud que lo estaba esperando, se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles largamente”.
Dejémonos enseñar por el Señor, buscando esos momentos de soledad en los que El nos explica su Palabra, para poder entonces comunicarla a los demás.
http://www.homilia.org
Preparación en lugares solitarios
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