Extraídas de Mongolia o de Utah por el polémico gigante minero Rio Tinto, ocho toneladas de oro, de plata y de cobre fueron necesarias para confeccionar las 4.700 medallas olímpicas, las más pesadas de la historia de los Juegos de verano, ahora custodiadas en la Torre de Londres.
“Las medallas llegaron a la Torre el 2 de julio y permanecerán en un lugar seguro”, cerca de las joyas de la Corona británica, “hasta el momento en que sean entregadas a los atletas”, explicó a la AFP Tracey Stands, portavoz de la entidad encargada de la popular atracción turística, Historic Royal Palaces.
“Difícilmente se puede imaginar un mejor santuario para las medallas -la posesión más preciosa a la que puede aspirar un atleta- que este lugar emblemático que alberga desde hace siglos los tesoros de la nación”, declaró con su habitual entusiasmo el alcalde de Londres, Boris Johnson.
Preciosas, las medallas lo son seguro, aunque el oro no constituye en realidad más que una ínfima parte de las aleaciones: una medalla de oro de unos 410 gramos de peso sólo contiene 1,34 por ciento (6 gramos) de metal amarillo, y el resto está compuesto de plata (92,5 por ciento) y de cobre.
Pero la subida de la cotización del oro y de la plata, que se duplicaron desde los últimos Juegos, hacen que sean las medallas más caras de la historia olímpica. Sobre todo cuando sus dimensiones (85mm de diámetro y 7mm de espesor) las convierten en las más grandes jamás fabricadas para unos Juegos de verano. En Pekín eran dos veces más ligeras (unos 200 gramos)…
No superan, sin embargo, el récord establecido en los Juegos Olímpicos de invierno de Vancouver-2010, cuyas medallas pesaban hasta 576 gramos.
Cada una de las preseas, diseñadas por el artista británico David Watkins, representa en el anverso a la diosa griega de la Victoria, Niké, y en el reverso el logo de los Juegos de Londres sobre una imagen que representa la “radiación de la energía de los atletas”, y llevan una cinta de color violeta evocadora del Támesis.
“Es probablemente el objeto más perfecto que hayamos producido jamás”, declaró al Guardian Fergus Feeney, director del programa olímpico en la Casa de la Moneda británica (Royal Mint) que acuñó y grabó las medallas en sus talleres de Gales.
De hecho, cada disco de metal precioso pasó 15 veces por unas prensas especiales de 900 toneladas, una labor de orfebrería que movilizó a 50 artesanos del Royal Mint durante casi 10 meses.
“Si hay una imperfección, por mínima que sea, las rechazamos”, insistió Feeney. Y nadie puede probárselas porque los campeones tienen que ser los primeros en colgárselas del cuello.
El oro, la plata y el cobre que brillarán en los podios desde el 28 de julio (302 eventos otorgarán medallas hasta el 12 de agosto) vienen de lejos: fueron extraídos por el grupo anglo-australiano Rio Tinto en sus minas Oyu Tolgoi en Mongolia y de Kennecott en Utah (oeste de Estados Unidos).
La elección de esta minera no estuvo exenta de polémica: enfrenta una demanda judicial en Utah por sus técnicas de extracción consideradas contaminantes, una crítica de la que se ha hecho eco en Londres un grupo de activistas que denuncian el “green-washing” (márketing verde engañoso) de algunos patrocinadores olímpicos.
“Rio Tinto no tiene calibre olímpico, dada la forma como trata a sus asalariados” y “rompe las huelgas” reaccionó por su parte un dirigente canadiense del sindicato USW, mientras que el principal sindicato británico, Unite, estimó que el grupo “empaña la imagen de los Juegos”.
A lo que Rio Tinto responde que mantiene “estándares medioambientales rigurosos”, “respetando la reglamentación local sobre la calidad del aire”, y demuestra “responsabilidad ética”.
En todo caso, las medallas de 2012 se conservarán seguramente mejor que las que se repartieron en la última edición de los Juegos en Londres en 1948. En ese periodo de severa austeridad, la capa de oro era tan fina que algunos campeones tuvieron que darles varias veces baños de oro.
Foto: Reuters