Sin Tregua – ¡Tenga fe!

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Entablo una conversación con un empresario multifacético; por lo que dicen sus canas, sus gestos y sus pasos al caminar, estimo que va pa´los ochenta, por lo que transmiten sus palabras y su mirada escrutadora, aparenta unos veinte años menos que sus arrugas: trabaja todos los días. No nació en Venezuela, vino hace 56 años y se quedó: tiene en terrenos del trabajo productivo una obra visible, llena de huellas. Me participa que si Chávez llegara a quedarse en Miraflores luego del 7 – O, se iría, que esa decisión es muy dolorosa porque mil veces pensó que si volviera a nacer, vendría de nuevo a Venezuela a trabajar y vivir. Lo escucho con respeto y cordialidad, y más tarde, cuando me dispongo a atender otros asuntos, me asaltan preguntas.
Para responderme observo que el caso Chávez y la forma como ha afectado para mal las vidas y el destino de los venezolanos, tiene que ver con la manera de manejar la hacienda pública y el miedo mediante las represalias. Lo primero toca lo que tiene que ver con el uso personal, no constitucional, que le ha dado a la renta petrolera en un país que depende del petróleo. Visto de cerca, el desmesurado poder de Chávez no deriva ni de sus ideas ni de eso que en política se conoce como autoritas, ni de los fusiles de la Fuerza Armada: deviene de los dólares petroleros convertidos en los bolívares que mueven el aparato del Estado chavista. El dinero petrolero mantiene no solo la lealtad temporal de decenas de miles de compatriotas que algo reciben más o menos puntualmente y son muy vulnerables a las presiones, sino también un tejido enorme de beneficiarios de un diluvio de plata, que moja verticalmente los corruptos negociados que se mueven alrededor de las compras y contratos estatales y las dadivas del proyecto populista del régimen.
La relación de Chávez con el poder y el dinero se puede ilustrar, para entendimiento popular; con lo que me dijo alguna vez el fallecido, en manos del sicariato, Jorge Valeri, próspero ganadero que estuvo afincado en los predios portugueseños: “mire Macario – exclamó con voz de sentencia – si usted quiere quitarle los bríos a un toro, cápelo, quítele las bolas. Si le quiere quitar los bríos a un hombre déjelo limpio, quítele los reales”. Imaginemos por un momento, en un ejercicio pertinente, a Chávez con todo y su supuesto carisma, manejando con las formalidades pseudo democráticas un país como Uruguay o Costa Rica, países sin petróleo y más bien pobres; imaginémoslo dictando desde la presidencia 80 leyes sin discusión alguna y modificando constituciones para plantear la reelección perpetua; no podría, ¿Qué hace la diferencia?: El poder del dinero petrolero.
El otro factor es el miedo sembrado mediante el manejo selectivo y notorio de las represalias. Sin suspender formalmente las garantías constitucionales, en Venezuela ningún derecho está garantizado: el de la vida – 150 mil asesinados en la era chavista de “gobierno” no es que hablan, gritan – ; el de propiedad : cualquiera puede ser confiscado o expropiado sin las formalidades que pauta la Constitución y, además, el hampa roba impunemente; el de la libertad: casos como el de la jueza Afiuni, Franklin Brito y Simonovis, por una parte, y los miles de secuestros extorsivos que se perpetran en todo el territorio nacional, son elocuentes; el de la libre expresión del pensamiento, esto es, el derecho a estar en desacuerdo y expresarlo es riesgoso: caso RCTV, Globovisión y multas de CONATEL a medios independientes. Pero lo peor y rasgo irrebatiblemente fascista es la lista Tascón, que penalizó – sin sentencias – con la exclusión a 3 millones 600 mil ciudadanos que ejercimos el derecho constitucional a convocar un referéndum revocatorio al presidente de la República.
Ahora bien, cuando este amigo empresario prepara sus maletas para el supuesto negado de que Chávez se quede en el poder, se cumple, por una parte, el libreto fidelista de que todo el que tenga algo huya, que se queden los que dependen del sueldito facultativo del régimen y del otro, si se van los que disienten, se afianza el régimen.

Le dije a este empresario que tenga fe, que soy un convencido de que Capriles gana, que Chávez ha perdido buena parte de su capacidad de despertar emociones y su discurso egolátrico no logra captar nuevos electores, que el milagro no es que Chávez se haya curado o no, sino la sorpresa que nos ha dado a todos Henrique Capriles con su alegría, su habilidad política, su infatigable fortaleza física y capacidad par llegar a los corazones de los excluidos, de los pobres, de los jóvenes y de las mujeres venezolanas que votan. Insiste el amigo: ¿Ganará Chávez? Le respondí: Es muy difícil que Capriles pierda. Tenga fe.

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