Lo que está en juego en la actual campaña electoral no son sólo dos estilos de liderazgo, o dos formas de ejercicio de la política. Lo que se definirá el próximo 7 de Octubre en las urnas, será cual de los dos modelos de país constituirá nuestra referencia colectiva de futuro. El que el gobierno ha venido construyendo sobre los escombros de empresas cerradas, quebradas o expropiadas, sustentado en la primitiva exaltación del Estado colectivista, interventor, controlador y devenido entidad de carne y hueso, encarnada en la amalgama Chávez-Estado-Partido, centralizador del poder y catalizador de la ineficiencia. O el que propone Capriles, una sociedad en la que se restablezcan las condiciones mínimas del funcionamiento democrático, donde la acción estatal no sustituya o elimine en todo al sector privado, sino que lo complemente, regule y cree condiciones para su operación, sin intolerancia, exclusión, terrorismo de Estado, y con responsabilidad para trabajar, y no para salvar el planeta, hablar abundante materia herbácea sobre ideologías fracasadas en la praxis económica moderna, o erigir a Cuba como ejemplo a seguir, de cara a la inserción en la dialéctica global.
Una parte gruesa de la estrategia comunicacional que viene aplicando el Presidente Chávez, descansa en los supuestos beneficios de las Misiones sociales, médicas, educativas. Y nadie niega las necesidades que las justificarían o que pretenden atender. El problema, más que de forma, es de fondo.
Tanta importancia tienen en el actual imaginario cotidiano del venezolano, que el propio candidato Capriles propuso convertirlas en Ley, formalizarlas, institucionalizarlas, y despojarlas del maquiavélico tono manipulador sembrado por Chávez, aprovechando el gen paternalista, redistributivo y clientelar latente históricamente y alentado en el pasado, pero explotado enormemente los últimos 8 años.
El proceso de institucionalización de las misiones, pasa primero por quitarles esa etiqueta de argucia electoral, ese carácter condicionador y demagógico y convertirlas en verdaderas políticas sociales, que atiendan a los sectores más depauperados, pero que al mismo tiempo le den herramientas a ese estudiante, a ese obrero, a esa ama de casa, a ese emprendedor, para la sostenibilidad, para la autonomía económica, una vez recibida la ayuda o la formación.
La polarización política impone, lamentablemente, su lógica blanquinegra a la hora de matizar cualquier obra o acción de gobierno, sea cual sea su responsable. Pero el contexto de medidas tomadas por Chávez en los últimos 14 años de gestión, apuntan más a la palabra “fracaso” que a la palabra “realización”, más al término “corrupción” que a la idea de “calidad de vida”.
El problema no es que, por ejemplo, un porcentaje no despreciable de venezolanos crean, aun hoy, que el gobierno les entregará una vivienda este año. O que el Presidente, luego de años de negar el problema, de despreciarlo e ignorarlo, o escurrir irresponsablemente el bulto, o achacárselo a un saboteo mediático, anuncie, si, luego de 14 años, en los cuales miles de venezolanos han sido exterminados por la inseguridad y el malandraje, la Misión “A toda vida Venezuela”.
El drama real, el problema cierto y descarnado, es que pese a la manipulación y efectismo propagandístico, pese a jugar con las necesidades y urgencias populares, el gobierno no cumplirá ni con esas ni con muchas otras de sus promesas. ¿Por qué? Porque lo único que le interesa a la actual élite gobernante, es aferrarse al poder, aun desconociendo la voluntad popular.
Bajo el designio de esa visión de país, nuestro futuro no existe. Está suspendido, postergado. El siglo XXI, con todo el boom de consumo tecnológico, aún no ha entrado en Venezuela. Una sociedad primitiva, en lo político, y en lo económico, pretende imponerse a través del amedrentamiento de cadenas delirantes con militares como “backstage”, y del uso de la cayapa institucional “roja rojita” sobre la disidencia política.
Si. Qué lastima que muchos aún sigan aspirando a recibir su tajada del nuevo PetroEstado Comunal Socialista, hipotecado pero igual derrochador. Qué lastima que muchos aún hoy, sigan creyendo…en la Misión Espejismo.
@alexeiguerra
Capitalismo Lunar – Misión Espejismo
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