A los venezolanos nos volvió la alegría. Sufrimos porque intentamos adelantar los tiempos, acompañar al mal por un atajo, así como Adán y Eva acompañaron a la serpiente que les prometió ir contra los tiempos de Dios y alcanzar sin esfuerzo los tiempos que ellos mismos fijaran, con la facilidad con que se muerde una fruta, aquella que el propio Dios les había prohibido. Nos fuimos detrás del odio, en vez de buscar el amor, el que nos enseño Jesús de Nazaret con un someterse continuo –como hombre- al tiempo de Dios Padre para que no volviera a triunfar el tiempo del hombre, como quiso la serpiente. Hoy sabemos que el tiempo del hombre se debate entre el tiempo de Dios y el tiempo de Satanás.
Henrique Capriles Radoski al momento de inscribir su candidatura para la Presidencia de la República, nos recordó que “Los tiempos de Dios son perfectos”. Venía de recorrer todo el país casa por casa, había visto en el rostro y en los ojos de los venezolanos que el odio que se intentó sembrar ya no existía y en los pocos sitios donde lo había, deseaban deshacerse de él, porque sentían pena de ser señalados culpables de las injusticias. Por eso, al entrar a la plaza Caracas para saludar a la multitud que lo aclamaba, levantó con fuerza su brazo y dijo: “Viva Venezuela”. Allí Capriles dejó ver lo que comentó su amiga, la animadora de televisión, Erika de la Vega al momento de presentarlo: “Ya viene ese flaquito, al que yo conozco. Les voy a presentar una persona que quiere a Venezuela más que a cualquier otra cosa”. Ella fue su novia y al abrazarse, él le dijo algo al oído y ella no pudo hablar más. Después de un breve silencio, Capriles dijo: “Prometo que uniré a Venezuela cueste lo que cueste”.
Capriles en ese momento estaba interpretando la verdadera realidad venezolana. Sabe que estamos viviendo el momento oportuno, el momento de Dios. En el libro de Eclesiastés encontramos: “Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el sol: tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de sanar, tiempo de destruir y tiempo de construir; tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar; tiempo de arrojar piedras y tiempo de recogerlas; tiempo de abrazar y tiempo de separarse; tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de tirar; tiempo de rasgar y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de odiar; tiempo de guerra y tiempo de paz”. Ecl 3, (1-8). Luego en el capitulo 8, del versículo 6 al 8, apunta: “El hombre está expuesto a muchos males, porque no sabe lo que va a suceder y nadie le informa lo que va a pasar. El hombre no es dueño de su vida ni puede encarcelar su aliento; no es dueño del día de la muerte ni puede librarse de la guerra. Ni la maldad librará al que la comete”.
Ahora a los venezolanos nos ha vuelto la alegría, sentimos que nos viene el tiempo de nacer, tiempo de plantar, tiempo de abrazarnos, tiempo de amar, tiempo de paz. Adiós a la muerte, al odio y a la guerra. Capriles continuará recorriendo el país, casa por casa, pueblo por pueblo y gritando a los cuatro vientos que ¡Viva la libertad! , el progreso y la prosperidad. Él ya sabe que a Venezuela la espera un mejor futuro. Y nosotros hoy y siempre, recordaremos lo que Capriles manifestó frente al CNE: “Los tiempos de Dios son perfectos”. Y agreguémosle: ¡Que se haga la voluntad de Dios y no del hombre!
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Los Tiempos de Dios son Perfectos
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