Algo más que palabras
La tierra arde en fuego por nuestra mala cabeza. Con la degradación de los recursos naturales hasta ahora sólo se ha hecho literatura y no de combate. Las reuniones celebradas al más alto nivel tampoco han servido para nada. Sólo se han vertido palabras muy elegantes, pero poco sinceras. Lo que se persigue es el crecimiento económico, aunque se degenere el medio ambiente. Somos una generación que no tiene remedio, que ha hecho de la mundialización, un mercado donde impera la ley de la selva. Ni tenemos un mundo más justo, porque la ética brilla por su ausencia como un desierto de soledades, ni el desarrollo sostenible, que tanto se vocifera a diario, se lo cree nadie. Los ataques irreparables al medio ambiente son constantes. Nuestra irresponsabilidad es tan grande que cada día tenemos más tierras áridas. Prevalecen los intereses económicos sobre los intereses ambientales.
Hace tiempo que deberíamos haber combatido la degradación del suelo, cuestión que causa grandes pérdidas en la agricultura, y genera más pobreza entre los pobres. En lugar de andar abstraídos en los rescates financieros, habría que prestar una mayor atención a estas tierras desérticas, que no son de desecho, que están ahí, donde viven cantidad de pobres que no ven la luz del desarrollo por ninguna parte. Pienso que ha llegado el momento de que la comunidad internacional invierta en regenerar la tierra, en lugar de contarnos el cuento de ir al espacio para proteger el planeta, que está muy bien, pero la prioridad empieza por lo que tenemos más a mano. Con el cambio climático, y ante los largos períodos de sequía, muchos humanos sólo tienen una alternativa, la migración rural. Está visto que las actuales modalidades de consumo y producción son insostenibles. Deberíamos haber empezado a cambiar estas actitudes sombrías hace tiempo, a través de los diversos planes educativos.
Sabemos que es preciso adoptar decisiones importantes en relación con la utilización de la tierra, y que han de adoptarse a nivel mundial, pero la cuestión no pasa por reuniones al más alto nivel, sino por crear conciencia colectiva ante tanto círculo corrupto. El medio ambiente es un compromiso de todos para con todos, y, los programas de restauración de suelos, han de ser globales, dando prioridad a la atención de los derechos relacionados con la alimentación, agua y saneamiento, salud, educación y desarrollo. Un mal uso del capital financiero dio lugar a una crisis sin precedentes, lo mismo sucede con el mal uso del capital natural, causará grandes tristezas en el planeta. Es hora, pues, de tomarnos en serio la lucha contra la desertificación y la sequía, pidiendo responsabilidades a los autores que rompan el equilibrio con la naturaleza. De seguir así, corremos el peligro de dejar como herencia a las generaciones futuras, los efectos de nuestro abuso, un mundo irrespirable, viciado por nuestra manera de obrar.
La degradación de la tierra se puede y se debe evitar, las leyes de la naturaleza son las que son, y están para ser respetadas. Desde luego, la humanidad debería encontrar vías de reconciliación entre el ser humano y la naturaleza. Teniendo en cuenta que el día, 17 de junio, la ONU proclamó el día mundial de lucha contra la desertificación y la sequía, bien podríamos celebrar el rescate del medio ambiente en todos los gobiernos del mundo. Hasta el momento actual, produce un gran dolor pensar que la naturaleza nos habla mientras la especie humana permanece indiferente. En cualquier caso, vivimos en una época peligrosa, dominamos la naturaleza al antojo de los mercados y no pensamos en el gran libro del medio ambiente donde están todos los símbolos de la belleza. La naturaleza hizo un mundo y el ser humano está haciendo otro, pero éste de muy mal gusto, que nos acabará pasando factura, más pronto que tarde. Rectificar es de sabios.
Víctor Corcoba Herrero
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