«No cambiaría mi cámara por un Kalasnhikov», afirma Trab Zahore, uno de los seis activistas del centro de medios rebelde de Al Qusayr, encargado de grabar y difundir en internet las imágenes de las matanzas y las atrocidades del conflicto en Siria.
«Cada uno tiene su papel en esta revolución. Algunos empuñan armas, otros trasladan heridos. Mi papel es grabar todo lo que ocurre en Al Qusayr para que el mundo sea testigo de cómo nos están masacrando», asegura este militante que, como tantos otros habitantes de Al Qusayr, ha tenido que asistir al funeral de varios parientes.
Sin duda, uno de los días más complicados de su vida fue cuando un mortero alcanzó la casa de su hermano Maheed.
«Recuerdo que comenzaron a llegar muchísimos heridos al hospital. Yo estaba con mi cámara grabándolo todo cuando un grupo de hombres entraron corriendo en el hospital llevando en volandas a un herido. Me acerqué para grabarle el rostro y me di cuenta de que era mi hermano», recuerda.
«Ese día podía haberme unido al Ejército Sirio Libre (un grupo de opositores formado principalmente por desertores del ejército), tomar un fusil y buscar venganza pero mi arma es mi cámara y con ella hago mucho más daño al régimen», asegura Zahore.
Los jóvenes sirios de este centro de prensa rebelde trabajan 24 horas al día, siete días a la semana. «La guerra no entiende de horarios, ni de días festivos, ni se toma vacaciones, así que nosotros tampoco», comenta Abu Shamsoo, unos de los fundadores del centro.
Desde que empezó la revuelta contra el régimen de Bashar al Asad, en marzo de 2011, más de 17.000 personas murieron en el país, según los observadores y las organizaciones no gubernamentales, en un conflicto que se está convirtiendo en una guerra civil.
Los ojos de la revolución
«Si Asad ha vetado la entrada a Siria a la prensa internacional será por algún motivo, ¿no?», dice irónico Abu Shamsoo, otro de los fundadores del centro.
«A nosotros no nos puede vetar la entrada porque ya estábamos dentro, así que, cámara en mano, grabamos todo lo que aquí pasa y lo enviamos a las televisiones árabes y occidentales», explica.
Los ojos de estos activistas han visto auténticas atrocidades y son testigos mudos del horror que sufre el pueblo. Todos los días tienen que asistir a entierros o aguardar horas al lado de un herido que agoniza porque no han podido localizar a ningún familiar.
Fadi ‘Sony’, el apodo que le pusieron sus compañeros en honor a la cámara de video que siempre va con él a todas partes, es el más joven del grupo pero el primero que salió a la calle a grabar lo que estaba ocurriendo.
«El primer día que salió la gente a la calle comencé a grabar lo que estaba pasando. Me subía a los tejados de las casas y grababa con mi cámara», afirma a la AFP este joven que antes de la revolución grababa bodas.
Ahora, reconvertido en cámara oficial de la revolución, cree que su trabajo en fundamental para denunciar lo que ocurre en Siria.
«Si nos marchamos de Al Qusayr nadie sabrá lo que aquí ocurre y Al Asad podrá masacrar con total impunidad. Ahora nos hemos convertido en los testigos incómodos de lo que aquí está ocurriendo», asegura.
Y, precisamente, por el trabajo que realizan todos los días, esto hombres se han convertido en uno de los objetivos principales del régimen. Muchos compañeros suyos han sido detenidos o asesinados en toda Siria por difundir una realidad que el régimen intenta silenciar.
«Nuestro delito es denunciar que en esta guerra no hay dos bandos enfrentados con los civiles en medio. No, aquí los civiles apoyan a los rebeldes y por ello son masacrados sistemáticamente todos los días», afirma Sami Al Rifaie, un antiguo profesor de inglés, el último fichaje del centro de prensa.
Trad Zahore, que después de la muerte de su hermano tuvo que cavar su propia tumba con sus manos, lo tiene claro: «Sería un honor morir haciendo mi trabajo porque sé que he ayudado a muchísima gente».