España y su destino

Para compensar las asimetrías existentes entre los diferentes países comunitarios, la Comunidad Económica Europea, creó unos fondos financieros estructurales que buscaron nivelar el déficit que en materia de infraestructura presentaban los estados miembros. España, país particularmente atrasado entonces, fue beneficiada por dichos fondos y mediante la aplicación de ellos se construyó una moderna red de infraestructura, sobre todo de transporte, que le otorgó cohesión a su territorio y movilidad a sus bienes y personas.
Estas inversiones trajeron desarrollo y prosperidad al reino, y de hecho España se convirtió en la cuarta potencia económica de la zona euro. Lo cierto es que ese país y sus ciudadanos gozaban de un nivel de vida que excedía la riqueza que su economía generaba. Aunque siempre el sector turístico fue una fortaleza y que desarrolló el sector textil, la locomotora que impulsó al país fue la construcción de inmuebles, al punto que se puede decir que España era una nación mono industrial, por el peso de este rubro.
Hasta hace dos años el estado español era un “modelo” en materia de manejo económico y financiero, aunque el gobierno de Zapatero hizo caso omiso de las medidas de sanidad fiscal y de salvaguarda del sistema financiero, que realizó el gobierno norteamericano y la Reserva Federal durante la crisis desatada en 2008. El gobierno del PSOE prefirió hacer mutis y correr la arruga. La crisis griega, con efectos devastadores sobre la zona euro, hizo aflorar las debilidades de la economía española, a la par que el cese de los flujos comunitarios.
Ahora España vuelve a caer en recesión, en menos de 4 años; tiene un desempleo de 24% (50% entre los jóvenes menores de 25 años) el más alto de la zona euro. Luego de la degradación a bonos basura de sus emisiones a 10 años de deuda soberana, por parte de Moodys en junio, los intereses subieron hasta 7,25%, y su prima de riesgo, que mide la relación con los bonos alemanes, subió a 584 puntos. La deuda externa es el 72% del PIB. Su productividad apenas ha crecido 0,89% en la última década y sus costos salariales son los más altos de la zona euro. Su sistema financiero está severamente comprometido.
Los miembros del eurogrupo le otorgaron una línea de financiamiento a España de 100 MMM de euros. Este financiamiento fue pedido por el gobierno de Rajoy “para atender las necesidades específicas del sector financiero, sin vincularse a la aplicación de programas de ajuste macroeconómico alguno, ni a reformas estructurales, ni fiscales”. Esta petición fue duramente negociada y conseguida en la reciente cumbre de Bruselas; sin embargo, como nada es gratis, y aunque el crédito lo asume la banca y no el Estado, si hubo condiciones y los recortes de sueldos y prestaciones de funcionarios públicos, así como de subsidios para compra de medicamento, por una parte y por la otra la subida del IVA, el retraso en la edad de jubilación, el aumento de la matrícula de estudios y de las tasas por servicios públicos, etc., son consecuencias del “financiamiento” otorgado.
España tiene dos años sufriendo recortes tibios, sin llegar a los aspectos medulares; ahora con 6 millones de parados debe asumir el purgante y hacer las reformas fiscales profundas que saneen sus finanzas y le devuelvan la confianza a sus socios europeos y a los inversionistas. Pañitos calientes corren la arruga y no resuelven nada. El sacrificio es grande y largo, pero no hay caminos fáciles, lo otro es una crisis pavorosa donde el hambre alinee a las personas para recibir una sopita de lentejas regalada por el Estado. España debe trabajar duro para mejorar sus índices de competitividad. No queda otra.