Rostros de la violencia: César Khaouam siempre será un campeón

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El 3 de enero del 2009 fue un día lleno de matices. Durante el día, todos disfrutaron de un día diferente. Rieron hasta llorar. Sin embargo, la noche los sorprendió con la partida de quien era el mejor amigo de todos
César nació con un don: pintar de esperanza y alegría aquello que no lucía bien. Querendón y buen amigo, así lo describe su familia. Este joven de 21 años se dedicó a ganar el cariño de muchos, que hoy por hoy se tocan el corazón para no olvidar el calor de sus efusivos abrazos.
En casa de los Khaouam, todavía se sirve la mesa para nueve personas: los siete hermanos y mamá y papá. Fotos por todos lados, en honor a momentos inolvidables, adornaban el hogar donde creció César, un joven carismático tan extrovertido y seguro de sí, que acostumbraba a saludar a su padre con un noble beso en la boca.
Si abrimos el baúl de los recuerdos de esta familia de ascendencia árabe, nos encontramos no con César, sino con “Cesita”, un niño que no perdía oportunidad para juguetear con sus hermanos mayores y cantar con voz potente “mamita ábreme la puerta” o “Amor mío, sólo mío”, temas interpretados por el venezolano Guillermo Dávila.
Así lo dijo Yelitza de Khaouam, quien se encontró de frente con la injusticia y en los últimos tres años y medio la ha sufrido con todas sus letras. Sin embargo, decidió contarnos la historia del sexto de sus siete hijos, para cumplir con una promesa: “Hijo mío, hoy que partes al encuentro con Dios Padre, te juro que haré todo lo posible para que nadie te olvide, para que tu recuerdo esté presente todos los días de nuestras vidas”.

El confidente de todos
Este joven era amado y muy respetado por sus seis hermanos. Con fortuna logró hacer una lista interminable de amigos, donde estaba incluido especialmente su papá, César José Khaouam, quien aseguró que su hijo era un hombre excepcional, el ser que más admiraba por su disposición al trabajo, pero sobre todo por darse a querer con tanta facilidad.
“César era el confidente de muchas personas. Los escuchaba y aconsejaba como quien tenía mucha experiencia. Creo que de todas sus virtudes, esta es una de las más significativas. Todos coincidimos en que mi hijo supo cultivar y ser fiel a sus amistades”, dijo César José.

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Un día en familia
El sábado 3 de enero del año 2009 esta familia, con firmes convicciones católicas, disfrutó de un día estupendo. Equiparon sus carros y emprendieron viaje a una cascada.
César no los acompañó porque a última hora su carro presentó fallas mecánicas y decidió quedarse.
Sin embargo, cuentan los Khaouam, siempre tuvieron en contacto con él para verse al final del día. Al llegar a casa, se sentaron en la sala a conversar y fueron tantas las ocurrencias de César, que los hizo llorar de risa.
“Nos concentramos en ver las fotos que habíamos tomado. Mi Cesita lo único que hizo fue reírse de nosotros. Decía: “Miren qué feas se ven”. Ese día nos bañamos en la cascada con franelas largas y salíamos destrozados en las imágenes. Siempre la pasamos muy bien cuando estamos juntos, pero ese día de verdad fue diferente. Se nos hizo tarde, hablamos por mucho tiempo”, recordó Yeltiza Khaouam.

El hecho
Dicen que quien ha sabido vivir, no le teme a la muerte. César tenía muchos amores: amaba trabajar con su papá, a su hija Laura Valentina, a su madre y hermanos, pero también amaba en demasía su carro.
Esa noche, mientras todos esperaban la comida para sentarse a la mesa, César salió a estacionar su vehículo en el garaje.
“De repente escuchamos varios disparos y mi hija Jenny me dijo: “Ay mamá Cesita si es echador de broma, tiró unos traki-traki para que nos asustemos. Pero al momento reaccionamos y salimos todos a ver qué era lo que había pasado. Y ahí estaba mi hijo en el piso”, relataron los esposos.
Tiempo después, algunos vecinos rompieron el silencio y dieron detalles del hecho.
Al parecer, el joven comerciante se montó en su carro y un presunto delincuente se le acercó, y con arma en mano le pidió las llaves del carro.
“Pero él le dijo que no. Sin pensar que estaba en peligro, metió el carro al garaje y cuando se bajó fue cuando este hombre le disparó”, agregaron.

Su recuerdo está presente
Mi muchacho siempre será un campeón, dijo César José Khaouam, aún con un disparo en la cabeza y dos en el resto del cuerpo se aferró a la vida hasta lo último.
Cuando íbamos camino a un ambulatorio, prosiguió, una de mis hijas me gritaba: “Papá está vivo, todavía está vivo”.
-Las enfermeras lo atendieron muy bien y de inmediato. Lo entubaron e hicieron todo lo posible para mantenerlo con vida. Mientras estábamos esperando razón de su estado, una doctora se nos acercó y nos dijo que si quedaba vivo, más adelante tendría algunos problemas de salud, pero a nosotros no nos importaba eso, queríamos que viviera. Lamentablemente a los minutos le dio un paro respiratorio.
En menos de treinta minutos esta numerosa familia perdió a uno de sus integrantes e inició un víacrucis para ganar la justicia, que insiste en darle la espalda al inocente.

El milagro de Laura Valentina
“Pero Dios sabe cómo hace las cosas. Cuando nuestro hijo tenía 16 años, nos hizo pasar una rabia, que hoy se la agradecemos. El muchacho había embarazado a una jovencita. Y ahora, ¿qué hacemos con Cesita? Bueno, decidimos apoyarlo para que siguiera estudiando o por lo memos terminara su bachillerato”, dijo César José.
La alegría de César late en el corazón de la pequeña Laura Valentina (8 años), quien a diario visita la casa de los abuelos. Dijo que su papá jugaba mucho con ella y con frecuencia la sacaba a pasear en el carro. Estaba muy chica para el momento de los acontecimientos, pero el amor recibido no se olvida. Se fortalece y nos roba sonrisas en el tiempo.

La vida tiene que continuar
La familia que durante mucho tiempo vivió en Cabudare, tuvo que mudarse por temor a represalias toda vez que concertaron la denuncia ante el Ministerio Público. Ahora viven en Yaritagua extrañando los espacios donde construyeron un verdadero hogar.
En el lugar dejaron el doloroso recuerdo de la pérdida de César y se comprometieron a ver la vida con esperanza, tal y como César les enseñó.
“Dios nos permitió disfrutar de un ser maravilloso durante 21 años. Lo vimos crecer y hacerse un hombre. Mi mano derecha no está y nos duele profundamente. Él me amaba mucho y yo a él con la misma intensidad.
Le damos gracias a Dios por darnos su paz, ahora comprendemos que quien no es feliz no quiere que otro lo sea, y la envidia segó a este hombre que nos arrebató a nuestro muchacho de los brazos. El tiempo que estuvo con nosotros fuer verdaderamente intenso”, aseguró César José.
Si bien es cierto que los Khaouam no volverán a ver a Cesita entrar a la casa con el entusiasmo que lo caracterizaba, han encontrado en Dios y la Virgen su lugar de descanso. Por una parte, la señora Yelitza hace hermosos collares con la imagen de la Divina Pastora para vender y su esposo, continúa dedicado al comercio.
Los seis hermanos extrañan ávidamente a César, pero confían en que “en un lugar hermoso, dispuesto para una persona tan especial, se encuentra feliz y tranquilo”.
No desean el mal para quien no dudó en accionar el gatillo en tres oportunidades, confían en la justicia divina. Confían en Dios, esperan en Dios.
Celeridad
La familia Khaouam no quiso dar detalles del proceso de investigación que lleva a cabo el Ministerio Público. Aseguraron que la persona involucrada en el hecho es muy peligrosa y no quieren poner en riesgo la vida de los miembros de la familia.
Sin embargo, mencionaron que dos o tres meses después del triste suceso, supieron que quien había disparado contra César, presuntamente era un antisocial conocido por todos en la zona.
Advirtieron que, al parecer, esta persona también está involucrada en otros casos ya precisados por el fiscal responsable. Sólo piden celeridad en la investigación a fin de terminar con este drama.
“La verdad es que ya no queremos saber más del asunto. Por eso deseamos que dicten sentencia rápido, de una vez. Así nos sentiremos más tranquilos y seguros”, dijo Yelitza Khaouam.

Fotos: Billy Castro

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