No me hablen de sus problemas, pues les voy hablar de soluciones
No me hablen de insuficiencias, pues les voy hablar de riquezas
No me hablen de sus pesares, pues les voy hablar de alegrías
No me hablen de enfermedades, pues les voy hablar de curaciones
No me hablen de sus complejos, pues les voy hablar de sencillez
No me hablen de sus vacíos, pues les voy hablar de llenuras
No me hablen de sus soledades, pues les voy hablar de compañías
No me hablen de sus mentiras, pues les voy hablar de verdades
No me hablen de sus egoísmos, pues les voy hablar de unicidades
No me hablen de sus impotencias, pues les voy hablar de poderes
No me hablen de sus odios, pues les voy hablar de amores
No me hablen de venganzas, les voy a hablar de perdones
No me hablen de sus ignorancias, pues les voy hablar de sabidurías
No me hablen de sus errores, pues les voy hablar de perfecciones
No me hablen de sus muertes, pues les voy hablar de vidas.
Pues sólo eso sé que soy. Y ustedes no pueden ser menos.
Discúlpenme por mis imprudencias a sus planteamientos, eso es reacción a lo que ya no creo ser y menos sentir.
Debo respetar sus derechos a elegir lo que desean ser y sentir, tampoco creo imponerle mi derecho a ser y sentir lo que soy ahora, sólo respondo a sus argumentos con mi verdad actual.
Si este es el conflicto, les pido de todo corazón que no permitan en caer en la tentación de hablarles lo que no desean oír, por tanto, no me hablen de sus problemas, pues naturalmente les hablaré de mis soluciones, que a la vez son las suyas, puesto que somos uno.
Ayúdenme a callar, callando ustedes ante mí, pues sus dolores son los míos, pero también sus dichas.
No puedo ni aunque lo desee separarme de ustedes, pero si puedo superar sus pesares en mí.
Son mis maestros.
Dios les bendice siempre
Haydee Padua
(Y “de la abundancia del corazón habla la boca”, dijo Jesús).