Alas rotas

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Por la puerta del sol

Hablando con mis hijos acerca de la felicidad, lo poco que se valora cuando se tiene y lo fácil que es perderla, el comentario al respecto de David el menor de mis hijos, me llamó la atención y consideré apropiado para encabezar el presente artículo: La verdadera felicidad, esa que da vida, extiende las alas  y eleva al cielo, dura lo que dura un despuntar de alba, un soplo, el haz de una estrella fugaz, una brizna en el aire, un suspiro en el pecho y nada más. Se va como el agua entre los dedos y cuando nos damos cuenta solo es un recuerdo. Se detienen las ilusiones, se apagan los deseos; solo queda la añoranza y en el corazón un gran vacío. Por eso hay que  disfrutar cada segundo y cada día antes de que se nos rompan las alas de la ilusión.

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Cualquier separación es traumática, trae consecuencias. Cuando el amor se va  no hay nada que rescatar. Se va como se van las aves cuando hace frio, la culpa queda asilada  en el pasado, es necesario hacer una parada en el olvido. Rafael Valero compuso un largo y hermoso poema al respecto. Esta una de sus partes: “Tengo un silencio de guitarra muerta, un reloj detenido en la precisa hora de tu falta y un cuerpo que me sobra, cerrada ya la puerta a tu presencia. Es mi noche vigilia tras tu sombra y mi día el cansancio de un camino sin albas. Tengo lo necesario para llorar, pero no tengo lágrimas.”

El matrimonio en sus inicios suelta amarras, leva anclas, eleva sus velas y se va la barca ligerita y ansiosa adentrándose en el mar de esa felicidad en la que los sueños tienen la capacidad  de pintarle  corazones a la tela del viento, de hacer collares al amor con cristales de rocío o de pintar juegos de agua en el cáliz de los árboles. Se prometen las más extrañas cosas, no existen los imposibles ni los contratiempos. La promesa es amarse en las buenas y en las malas, en la riqueza y la pobreza, en la salud y la enfermedad, en la alegría y la tristeza, hasta la muerte… Son promesas del momento, como lo son las de los mismos políticos que son capaces de prometer la gloria y riqueza a sus pueblos o fingir una enfermedad mortal para ganar el apoyo que necesita. El enamorado dice cualquier cosa para halagar y mostrar al otro que por él es capaz de realizar cualquier sacrificio.

El matrimonio es una historia de ilusiones. La decisión de casarse viene acompañada de una inmensa cantidad de sueños. La realidad es que los hechos son distintos a los anhelos. El matrimonio es un camino que lleva a la gloria o al infierno. “Hasta que la muerte los separe” más que una bendición parece una condena. Los sueños se desbaratan cuando nos damos cuenta que no todo lo que brilla es oro, que no hay paisaje sin tormentas, ni flor que no se desgaje. Se eleva el ego, crece el egoísmo, se trunca la comunicación, aparecen las borrascas, se esfuma el sentimiento y también el cariño.

En el mundo de la posmodernidad en que vivimos el amor se ha convertido en una utopía. Para que sea exitoso requiere de grandes dosis de apertura de sí mismo, de paciencia, de entrega, de generosidad, comprensión, de detalles, de humildad, comunicación  y mucha voluntad. La falta de esto arruina cualquier convivencia y buena intención. “Jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos y no somos correspondidos”. (S. Freud)

No es el odio lo que más hace daño al amor sino la indiferencia que  duele en el alma más  que cualquier mal sentimiento; es la que conduce a la insensibilidad, frialdad emocional, anestesia el afecto y paraliza la felicidad y bienes que otorga la alegría. La ruptura de un lazo tan fuerte como el del matrimonio  sorprende, desestabiliza y deprime, sobre todo cuando hay hijos para los que –como dijera Dostoievski: “ Nada existe más elevado, más fuerte, más sano y más útil para el porvenir en la vida que el buen recuerdo de la infancia y la casa paterna”
Las separaciones son eriales del mundo, cilicio de todos los males. Cuando es inevitable  hay que construir de nuevo  sobre tierra firme de realidades, no sobre palafitos de promesas. Siempre habrá por qué y por quién vivir. “Finca tu futuro en tierra alta, lleva a Dios en la médula de tu alma y no tires la alegría que llevas en el morral de tu esperanza”.

“Aunque llores, tienes una y mil razones para sonreír”(F.Cabral
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