En dos semanas, si los pronósticos se cumplen, las calles de Londres se llenarán con un embotellamiento olímpico irremediable. El venerable pero irregular tren subterráneo será una pesadilla de demoras y aglomeraciones, y los trenes suburbanos se tornarán más lentos que nunca.
Por fortuna, hay un río que atraviesa la capital británica.
Y para los más adinerados en Londres, el Támesis representará una autopista sin obstáculos que les permitirá ir de fiesta en fiesta, de acto en acto, en una flotilla de lanchas rápidas pero sumamente caras. Los ricos no tendrán que soportar las esperas bajo el calor veraniego en el subterráneo.
Empresas como Protection Services International se ofrecen a transportar a los oligarcas, los jeques o quienes tengan recursos suficientes, visiten Londres y exijan transporte seguro y ágil.
PSI suele mantener a raya a los piratas somalíes que asedian los buques-cisterna frente a las costas del Cuerno de Africa. Pero no va a desdeñar a las celebridades de modo alguno. Las Olimpíadas están por comenzar en Londres, y el Támesis presentó una oportunidad única de hacer negocios.
El Támesis ha estado bajo los reflectores este año. Apenas en junio, una flotilla de unas 1.000 embarcaciones lo recorrieron para celebrar el jubileo de diamante de la Reina Isabel II. Pero el río siempre ha sido la columna vertebral de la ciudad, el centro alrededor del que se edificó su destino. Es el motivo por el que Londres se convirtió en una ciudad marítima y luego en una capital mundial.
Conecta los grandes palacios reales, como el Castillo de Windsor y la Corte de Hampton. Vincula las sedes del poder, como el Banco de Inglaterra y las Cámaras del Parlamento, en su recorrido de 346 kilómetros (215 millas) hacia el oriente, desde Londres hasta el Mar del Norte, ante el que forma un extenso estuario.
Es la plataforma para divisar mejor la ciudad y sus símbolos, el ojo de Londres, el velero Cutty Sark y el Puente de la Torre, que está adornado actualmente con unos aros olímpicos gigantescos para conmemorar los Juegos que se realizarán del 27 de julio al 12 de agosto.
En términos deportivos, el río ha sido desde hace mucho tiempo una sede de pruebas de resistencia, como la carrera anual de remo entre las universidades de Oxford y Cambridge, y la Regata Real Henley, que atrae a equipos de todo el mundo.
Y también desde hace mucho, ha sido la avenida acuática de los ricos que quieren transportarse con estilo, dijo Robert Blyth, curador del Museo Marítimo Nacional.
El Parque Olímpico en el vecindario de Stratford, en el este de Londres, no se ubica en las márgenes del río, pero sí cerca. Otras sedes sí están junto al Támesis, incluido el lugar de las competiciones ecuestres en el Greenwich Park.
Londres se convertirá en el destino preferido de los dueños de muchos grandes yates, esos palacios flotantes que son una suerte de hotel de lujo, con tripulantes esmerados en dar un servicio impecable. Los propietarios buscarán este año algo más novedoso e interesante que Cannes, Saint Tropez o Mónaco.
Los aficionados a la observación de yates estarán atentos al Eclipse, un barco de 164 metros de eslora (538 pies), propiedad de Roman Abramovich, el multimillonario ruso que es dueño del club de fútbol Chelsea, y el Octopus, de 126 metros (414 pies), de Paul Allen, el cofundador de Microsoft
Una vez que esos yates anclan, los servicios llegan a éstos. Ahí entran en acción empresas como PSI.
No es que Londres se haya vuelto de pronto una ciudad peligrosa. Pero cuando se trata de gente como Abramovich, podría haber amenazas de seguridad para su familia si se encuentra varada en la línea del tren subterráneo Jubilee, una de las principales que llevarán a las sedes deportivas.
Todo comienza con una degustación de champaña en el Savoy, el elegante hotel londinense. Luego, se realiza el recorrido en la lancha neumática por el Támesis.
PSI se negó a dar los precios de sus servicios, pues dijo que éstos dependen de lo que quiere el cliente y de cuán complicadas sean las medidas de seguridad.