Arrancó la campaña. Seguidores, activistas, actores políticos, agrupaciones y simpatizantes de lado y lado se aprontan ya a desplegar lo necesario para las movilizaciones respectivas, a fin de que cada mensaje llegue al público meta electoral. La duda sin embargo emerge. ¿Qué significa una campaña electoral, en este caso, de cara a una elección presidencial?. En cualquier país, medianamente democrático, donde medianamente haya independencia de poderes, se cumplan las leyes y no se castigue la disidencia, una campaña electoral significa a grandes rasgos lo ya descrito, mítines, movilizaciones, marchas, normas equitativas para la publicidad electoral en medios de comunicación, restricciones al candidato-presidente para que no abuse de su investidura inaugurando obras, abriendo el grifo del gasto público-clientelar y, específicamente, se exceda en sus apariciones televisadas.
Eso, en cualquier país. El punto es: ¿Y aquí en Venezuela, que implica una campaña electoral? Aquí, una campaña electoral ha significado, en los últimos años, además de eso, un enorme esfuerzo, una tentativa por enfrentar al ventajismo desbordado, por encarar el abuso institucionalizado de quienes han construido un aparato burocrático-partidista-estatal de ejercicio personalista del poder, y usan todos los medios a su alcance para ejercer presiones, amedrentamientos y coacciones a quienes están llamados a ejercer su derecho al sufragio, y desean manifestar abiertamente su disenso con el gobierno.La quinta república exuda un olor a pasado, a gestión infructuosa y nefasta, pero también, a artilugios para aferrarse, a cómo de lugar al poder.
Ante el descarado ventajismo oficial, y uso de bienes públicos para la campaña del aspirante a Vitalicio de Miraflores, Capriles ofrece contactos directos con la gente, caminatas, recorridos, su sudor, su voz y su mensaje. Frente al pasticho ideológico pseudosocialista y de cruzada por destruir el capitalismo y salvar el planeta de Chávez, Capriles aporta su claro compromiso, y obras de gobierno, ejemplos de trabajo concertado entre el Estado con el sector privado, productivo y las comunidades, sin intolerancia.
Lo ocurrido en la Vega, donde un grupo de simpatizantes oficialistas con apoyo de la PNB impidió un recorrido de Henrique Capriles, además de revelar una gigantesca torpeza, es signo inequívoco de un temor creciente, de un miedo rotundo en la élite gobernante, ante la cercana y clara posibilidad de un triunfo opositor en Octubre. Tristemente no será el primer ni único episodio, pero ni todas las barricadas ni saboteos emboinados podrán detener el avance y triunfo de quien está encarnando no un liderazgo mesiánico, sino un sentimiento de cambio y progreso colectivo.
Para la retórica hueca, para la verborrea delirante, y mucho más, para el insulto y descalificación como piedras angulares de una propuesta política, están las cadenas del aspirante a Vitalicio. Y sus últimos encadenamientos, o ejercicios de egolatría televisada, los ha hecho rodeado de militares, o en instalaciones, o en actos de tipo militar. El metalenguaje, la lectura entre líneas de estos escenarios fríamente seleccionados, con la idea llana y balurda de meter miedo, de mostrar su arsenal de armas y lisonjas, pierden su efecto ante el cansancio, la obstinación y clamor ciudadano que ya no refrendará ni premiará el fracaso devenido “revolución”.
Un personaje acaba de llegar a Venezuela. Usa una máscara, según cada ocasión. De amenazante pastor populista que ayuda a la salud de la industria militar rusa, a sabio líder eterno que aspira a cautivar el corazón de la patria. De eximio promotor empresarial, a voraz expropiador y estatizador. De alegre creador de empleos foráneos, impulsor de las importaciones, a amigo y financista de gobiernos olorosos a tiranías posmodernas. Tiene telarañas, pero sólo en sus ideas arcaicas y jurásicas sobre la economía y la sociedad. La mentira es su bandera. La fábula ilusoria su propósito. No se trepa de los edificios y paredes, pero miles y miles de mecates conducen a él. No es el adolescente Peter Parker, cuyas historia fantástica y arácnida está mostrando, por estos días, un nuevo inicio en el cine. No. No es “Spiderman”. Se trata del sorprendente Hombre Patraña. Abre los ojos, que te puede caer una promesa incumplida. Mira a los lados, que puedes pisar un charco de retórica hueca y anti-imperialista. Entra rápido a tu casa, que te puede saludar la inseguridad con una pistola de corazón patrio. Cuidado, en cualquier momento te puede sorprender en tu televisor.
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