Son conocidas las diversas hipótesis y teorías sobre el tiempo histórico, es decir, los lapsos o períodos que enmarcan determinadas situaciones, de allí que toda historiografía implica una cronología.
En la historia es frecuente hablar de lustros, décadas, centurias y milenios, pero en la modernidad, y con el desarrollo de las Ciencias Humanas y Sociales, se han afinado los criterios y se han establecido teorías y categorías con cierto rigor científico cuando se analiza la economía, la sociedad, la política y la cultura.
En el campo de la teoría y filosofía de la historia también se habla de la lógica de la historia y al respecto es conocida la teoría que formuló Vico (1668-1744) sobre lo que él denominó “Corsi e ricorsi”, es decir, una teoría pendular de la historia, algo así como la metáfora bíblica del ciclo de las vacas gordas y el ciclo de las vacas flacas, para expresar cómo casi siempre a los períodos de bonanza o de prosperidad le siguen períodos de decadencia o de crisis, y viceversa.
Si aplicamos estos criterios a los procesos históricos de cada país es relativamente sencillo establecer la periodización pertinente y cómo ella nos ayuda a entender mejor estos procesos que tienden a ser vistos como complejos y difíciles.
Es fácil encontrar ejemplos en la contemporaneidad de estos ciclos de crecimiento-contracción-crecimiento; Venezuela es uno de ellos: basta analizar nuestro siglo XX, definido por la economía petrolera y las concurrentes crisis políticas, fácilmente identificables, en 1936, en 1945, en 1958 y 1998. En esta perspectiva, una visión política de este proceso identifica la continuidad profunda del sistema económico y social a pesar de la evidente discontinuidad del proceso político y la aparente diferenciación entre un gobierno y otro, diferencias más de forma que de fondo, ya que en la práctica lo que ha habido es una alternancia casi cíclica entre dictadura y democracia, así como un recurrente populismo y lógicamente es posible una evaluación diferenciada entre buenos y malos gobiernos.
En la percepción popular y en la perspectiva de la crítica histórica se tiende a asumir el ciclo democrático iniciado en 1958 con los gobiernos de Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera, como un ciclo positivo o afirmativo, mientras que de allí en adelante, con el gobierno de Carlos Andrés Pérez (CAP) I, Jaime Lusinchi, Luis Herrera Campins, CAP II y Caldera II, como un ciclo de mengua o de crisis, y que posibilitó el ascenso al poder de este aventurerismo decimonónico del gobierno actual con su arruinante y desmoralizador populismo militarista.
Quizá, para un juicio valorativo definitivo nos esté faltando perspectiva histórica, pero en líneas generales y desde el punto de vista teórico-metodológico, hoy es posible hacer este tipo de ejercicios historiográficos enmarcados en la llamada historia inmediata.