Sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana (Albert Einstein)
Recién viajé a Caracas en compañía de mi esposa. Pernoctamos en un hotel, en Bello Monte, y al día siguiente, bien temprano, solicitamos un taxi para realizar nuestras diligencias. Como es usual en los venezolanos, al nada más abordar el vehículo empezamos a charlar con el chofer. Y todo fue muy bien… hasta que mi esposa opinó acerca de la grave situación económica y social que se vive en el país.
Resultó entonces que el chofer tomó inmediato partido por el Psuv y el socialismo, repitiéndonos letra a letra el discurso en contra de los “oligarcas, de los amos del valle, de los pitiyanquis, de los vendepatria…”… y pare de contar.
Luego, con mucho énfasis, agregó que a él le había ido de lo mejor en este Gobierno, pues adquirió cuatro taxis –todos los cuales tenía trabajando en diferentes líneas- y además, había podido comprar hasta tres apartamentos.
Oída aquella tan espontánea confesión, busqué entonces aliviar la tensión creada; y para ello apelé a una salida jocosa. Fue así como le señalé: “Camarada, con esa cantidad de carros y apartamentos que hoy tienes, no me queda más remedio que darte una formal bienvenida al capitalismo”
Contrario a lo que pretendí, esa invitación le hizo entrar en cólera. Nos dijo entonces que había sido guerrillero urbano, y que por ello “no se le aguaría el ojo si tuviese que matar por defender a su Comandante, a quien ponía hasta por encima de Dios”. Acto continuo, detuvo el vehículo y nos conminó a pagarle y a bajarnos.
Este episodio lo recordé intensamente cuando vi la más insólita propaganda electoral que se haya publicitado en Venezuela durante estos últimos trece años y cuatro meses de abusos y atropellos gubernamentales.
En ella, Andrés Antonio Ospino hace ver que habita un apartamento gracias al tte coronel. Así, dice que él “vivía en un cerro hasta que llegó “el Bolívar éste”, frase que acompaña señalando una enorme foto de Chávez, al tiempo que agrega que “primero es Dios y segundo su comandante”.
¡Qué descaro! La difusión de esta cuña configura un grave delito, tipificado incluso en varios textos legales. Sin embargo, acá ocurre que los mismos entes llamados a impedir su violación, se pasan por el forro estas normas. Citemos sólo la Ley de Procesos Electorales, en cuyo artículo 75 se lee que “no se permitirá la propaganda que: 10. Utilice los símbolos nacionales o regionales de la Patria o la imagen de los Próceres de la República…”
Se preguntarán ustedes por qué enlacé este mensaje con lo acontecido en Caracas. Pues bien, lo hice porque –casualmente- también Andrés Antonio Ospino se desempeña como taxista, oficio honrado, y por demás lucrativo, al punto de que -en tiempos difíciles- muchos profesionales universitarios optan por ponerse detrás de un volante.
Pero fundamentalmente lo hice porque ambos sujetos no atribuyen sus logros a sus capacidades y esfuerzos, sino a la supuesta “misericordia y compasión” del tte coronel, lo cual, a mi juicio, viene a ser una degeneración profunda de la auto estima y la vergüenza.
¡Qué diferencia con la Venezuela democrática, en la cual hombres y mujeres exhibían como su más legítimo orgullo, la forja del patrimonio con su propio trabajo. Claro, era una Venezuela digna, muy lejos del pedigüeñismo y la jaladera de bolas, y –muy en especial- totalmente ajena al idolismo, a la santigüería y a la idiotez.
Anatole France (1844-1924) decía que: “Un imbécil es más funesto que un malvado. Ello porque la maldad a veces descansa, mientras que la estupidez no lo hace nunca”. Como vemos, el escritor hace referencia a dos condiciones… de hecho ambas muy perjudiciales; aunque mucho peores cuando se conjugan en un mismo espíritu y contagian el cuerpo social, pues entonces tendremos a un conjunto de mentecatos y malvados mandando, y a una corte de necios y serviles obedeciendo.
Si consideraren exagerada esta conclusión, por favor lean a Giancarlo Livraghi (1927), quien ha dicho que “cuando la estupidez de una persona se combina con la estupidez de otras, el impacto crece de manera geométrica, es decir: por multiplicación…”
Amigos: muy cercano está el día en que podremos detener esa progresión tan lamentable. Elijamos pues un presidente de carne y hueso, servidor y sin odios; que no hable tantas pendejadas; que trabaje, rinda cuentas y sea capaz de respetar los sagrados derechos de todos los ciudadanos de esta tierra, sea cual fuere su tendencia o color.
Entonces, ese mismo día se esfumará “el Bolívar éste” de Andrés Antonio Ospino y de su colega taxista. “Ese bolívar” milagrero, brujeador y “súper perro cobero”, que tanto daño le ha hecho a la nacionalidad, a la dignidad, a la justicia y a la paz social venezolana.