La justicia al revés

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La Justicia al revés representa la injusticia y también la desobediencia de la Ley, simbolizando además, cómo el quebrantar las reglas de convivencia, transgrediendo lo establecido, en cualquier momento pueden pasar cosas desagradables, pues tiene deudas pendientes por purgar.
La Justicia invertida utiliza trucos y artimañas para no cumplir con su deber. Es por eso que casi nunca tiene la conciencia tranquila.
Jugar a policías y ladrones termina siendo siempre un juego agotador. Es el polo opuesto al orden y la honestidad: el sub-mundo del hampa o la mafia. Es la inexorable y despiadada ley de la Selva donde el animal grande se come al pequeño.
Lo que está  pasando en Venezuela no tiene coherencia, es decir, las palomas le están disparando a las escopetas, situación que nos coloca en desventaja con el hampa y en consecuencia la inseguridad galopante que se vive en el país.
Es por ello que vemos en esta metamorfosis por qué el hampón, el delincuente, atracador matón, y próximamente don o señor, así como van las cosas, nos tienen acorralados con el lema de “ríndanse que están rodeados”.
Ser delincuente en la actualidad es un lujo porque se vive mejor en las cárceles que en libertad. Esos sitios de reclusión, pasaron a ser clubes elitescos, ateneos donde según se dice se disfruta de piscinas, bares, celulares, computadoras, minitecas, pistas de baile y pare de contar.
Es allí donde se tramitan secuestros, robos de vehículos, sicariatos, manejándose grandes sumas de dinero, y de acuerdo a los avances logrados, pronto podrían tener la sucursal de un banco o algunos telecajeros.
Los consentidos de este gobierno han logrado incluso el derecho de sentarse a parlamentar con las autoridades para imponer sus reglas, apadrinados por la Ministra para asuntos penitenciarios Iris Varela, quien entre otras conquistas ha propuesto que estos niños de pecho, cuando terminen de purgar sus condenas, no registren antecedentes de ninguna naturaleza, llevando una vida ciudadana como la del mejor hijo ilustre de la ciudad, es decir, en cualquier momento un asesino de 8 personas, 20 secuestros y asaltante de bancos, podrá ser concejal, diputado o ministro.
Atrás quedaron los arrestos policiales, la ley de vagos y maleantes y las reclusiones en las colonias móviles de el dorado, porque el hampón merece tratos más humanos, como los de ahora, donde se ha propuesto igualmente que si la pena no es de gravedad, no debe ir a la cárcel sino pagar condena con trabajos comunitarios.
Han iniciado el desarme en la población, prohibieron la venta de armas, y los policías, cuando terminan su servicio diario deben salir sin un corta uñas a la calle. En los círculos militares nadie puede estar armado, según una resolución, y los toñecos del gobierno, es decir los delincuentes, tuvieron el tupé, o la frescura, de asaltar recientemente las oficinas administrativas del círculo militar de San Cristóbal, de donde dos veces se han llevado jugosos botines portando, ellos sí, armas de potencia.
Cada día se amplifica la violencia del hampa contra la población venezolana. Las autoridades poco o nada hacen contra esta virtual plaga social que está haciendo terribles estragos en el país.
Muchos venezolanos se quejan de que el gobierno perdió una batalla que nunca ha iniciado.
Los delincuentes son los dueños de Venezuela. Ellos son los que mandan, y han impuesto una política de miedo en la población.
Desde hace una década ha progresado más el hampa que los múltiples policías.
Actualmente, el país vive una guerra civil más letal que la de la independencia y más prolongada que la Guerra Larga.
De todas maneras el hampa ha progresado más que los llamados a la represión y como la situación social sigue siendo pésima, entonces, hampones y policías son los protagonistas de nuestro drama social.
Cómo llegó ese señor Eladio Aponte Aponte a ser fiscal general militar del país, magistrado del TSJ y para colmo presidente de la Sala Penal? ¿Quién lo puso allí?
Escuchar y sentir  las descarnadas confesiones de boca de uno de los autores de tantas injusticias en Venezuela da asco. De sus confesiones se desprende que violaba la Ley todos los días. Era solo un “perro fiel”, dispuesto a -como él mismo confesó– meter en la cárcel a varios “porque lo ordenan los que mandan”.
La justicia en Venezuela está convertida en un pantano. El instinto perverso del gobierno de seguir sembrando el odio y la delincuencia está vigente, rojo rojito, convirtiéndose en un buen tema para que usted, sano elector, medite el próximo 7 de octubre.

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