La historia debe ser contada desde la línea que separa el antes y el después. Es animarse con la idea de encontrar todas las piezas del rompecabezas. Ya no es memorística y repetitiva, debe ser construida desde la realidad que sorprende al ciudadano cuando todos los días despierta, para que cobre sentido, para que sea reconocida y, con gran fortuna, finalmente entendida.
A principios del siglo XIX había un lamento, pero también una propuesta. Ser independientes y emancipados, en fin, libres y soberanos era un espejismo, que igual encendió a un pueblo que ya no quería ser una colonia española. Escribir una historia auténtica, sin manías prestadas, era lo que quería.
Así bien, el 05 de julio de 1811 marcó el inicio de una etapa y el fin de otra, en la lucha independentista, sin subestimar los hechos del 19 de abril de 1810. “Finalizó, de palabra, la dependencia y sumisión ante los españoles y se activaron los fusiles para las sangrientas batallas que ganarían, de hecho, la soñada libertad. Somos muy injustos cuando sólo tomamos en cuenta, como actos de liberación, las acciones del 19 de abril y 05 de julio, cuando la victoria se consiguió mucho tiempo después. Es decir, la independencia de Venezuela fue producto de una sucesión de hechos”, alegó el reconocido historiador Pedro Rodríguez Rojas.
El curso de la historia
A las 2:30 pm de ese 05 de julio terminó la votación del Congreso Constituyente. Tras largas horas de debate, Juan Antonio Rodríguez, presidente del Congreso tomó la palabra y anunció, en nombre de Dios, la Independencia de Venezuela. Bolívar y Miranda no tardaran en salir a transmitir la noticia, pregonando vítores de la joven patria.
“Nosotros, pues, a nombre y con la voluntad y la autoridad que tenemos del virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo que sus Provincias unidas son, y deben ser desde hoy, de hecho y de derecho, Estados libres, soberanos e independientes y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la Corona de España o de los que dicen o dijeren sus apoderados o representantes…”, suscribía el acta de Independencia.
Sin embargo, las memorias de una nación redimida se empezaron a escribir, sin tretas ni fusil, después de la batalla del Lago de Maracaibo en 1823, cuando se gana la independencia política-militar y se revalida en 1830 cuando Venezuela deja de ser un departamento de la Gran Colombia.
Los protagonistas
El hombre se convierte en un actor social, cuando decide eliminar las trabas de su cotidianidad, afirmó María Regina Tavares, historiadora y coordinadora de la jefatura de Historia y Geografía de la UPEL-IPB, quien señaló que los intereses de los diferentes grupos sociales de la época justificó, después de trecientos años de silencio, ganar en batalla la Primera República.
“A los blancos criollos, los movía el interés económico. Pretendían derribar las barreras de una monarquía que imponía trabas a la economía y que los limitaba en la ocupación de los puestos políticos. Los Pardos, querían ascender y mantenía una lucha igualitaria para equilibrarse con los blancos criollos. Sin olvidar a los esclavos y clases sociales libres. Todos decidieron incorporarse al ejército para alcanzar sus propósitos”, declaró.
En este sentido, el proceso emancipador obedeció diferentes coyunturas en el orden social, político y económico en el país, que no están ajenas al escenario que, según Tavares, hoy se divisa en el perímetro nacional. A su juicio, sólo mediante el estudio de nuestra historia se puede lograr un criterio acertado de la realidad, recordando las palabras de Bolívar que en su momento reflexionó: “… me ruborizo al decirlo: la Independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás”, porque para ese entonces eran los valerosos libertadores quienes llevaban adelante el bastión de la independencia. Y ahora, ¿quién da pasos firmes hacia una nación próspera, libre económica y tecnológicamente?
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