Iguanas, rabipelados y… ratas

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Si en algo ha sido consecuente el gobierno ha sido en buscar –y encontrar- chivos expiatorios a quienes culpar de su ineficiencia, corrupción e inacción. A lo largo de casi catorce años hemos escuchado las excusas más insólitas y desparpajadas dichas con un caradurismo de solemnidad. Tan solemne, que millones de personas han “caído por inocentes” una y otra vez. No hay mejor creyente que quien quiere creer. Ya lo decía aquel famoso grafiti en Ciudad de México: “basta de realidades, queremos promesas”. No hay como ver la realidad venezolana para entrar en depresión profunda.
El culpable favorito para recriminarle las fallas es el “imperio”. No podía ser distinto: si somos la sucursal de Cuba ¿cómo no culpar a los Estados Unidos de todo lo malo que pasa aquí? Reconozco que el bloqueo norteamericano ha sido una pifia, pues ha afianzado el régimen castrista, exactamente el efecto contrario al que pretendía. Pero en Venezuela, nosotros vendemos petróleo y los gringos nos lo compran. No es que no hay bloqueo: hay una relación comercial importante. Tan importante, que nosotros dependemos de ella totalmente. Ahora que se cacarea tanto de la soberanía. Ahora que nos repiten ad nauseam que doscientos años después es que empezamos a ser “independientes”. Ahora que con el cuento del “autoabastecimiento” no producimos prácticamente nada. ¿De quién sería la culpa si Estados Unidos se harta y no nos compra más petróleo?… ¡Pobre “país rico”!
Pero como el bolsillo no tiene corazón y por lo tanto no le importa que lo insulten, el gobierno norteamericano se ha hecho el loco cuando el presidente venezolano lo ha acusado de estar detrás de supuestos golpes de estado, hipotéticos magnicidios, tragedias naturales, alimentos podridos, amén de tener planes para conquistar el mundo, cosa que SuperHugo –“ese” Bolívar semidios- evitará a todo trance… por supuesto, siempre que no haya un Museo Histórico Militar cerca.
Sin embargo, paralela a esta costumbre de culpar “al imperio” de nuestras desgracias, quizás porque el número de quienes lo creen ha mermado significativamente, ha crecido un fabulario alrededor de las metidas de pata oficiales.
El caso de Pudreval, digo, de PDVAL, es paradigmático. El 25 de mayo de 2010 se encontraron 1197 contenedores con 36.000 toneladas de alimentos podridos. ¿Y qué dijo Chávez? Que “la burguesía” estaba “acorralando”. Cuando no hubo más remedio que poner preso a Luis Pulido, presidente de PDVAL, sacó a relucir que los alimentos podridos no representaban “ni el 1% de los alimentos que ahora le llegaban al pueblo”. ¡Tremenda excusa!
En la misma tónica, Luis Pulido, en su declaración a la Fiscalía el pasado mes de mayo, le echa la culpa de la pudrición a “la empresa privada”, porque “las almacenadoras eran privadas, el transporte era privado (¿y todas esas gandolas de PDVAL de quién serán?), las empaquetadoras eran privadas y sin conocimiento (¿?)”
El lanzamiento de la Gran Misión A Toda Vida Venezuela, que busca “elevar los niveles de seguridad en la población” también es un ejemplo perfecto de estos cuentos de camino que buscan excusar la absoluta incapacidad del gobierno en detener la escalada de violencia que ha enlutado a tantos hogares venezolanos. ¿No dizque era pura imaginación la inseguridad? ¿Cómo va a aparecer Chávez con su cara tan lavada a decir que “ahora sí” el gobierno tomará cartas en el asunto si hasta hace un par de meses se había hecho el loco, el sordo y el ciego en ese tema?
Iguanas y rabipelados también han sido declarados culpables del fracaso en la generación de energía con el fin de excusar a quienes con manifiesta inutilidad han desmantelado no solo el sector eléctrico, sino el país entero. Pero todos sabemos que ni los escamosos reptiles ni los asaltantes de gallineros tienen responsabilidad alguna. La culpa de la falta de luz, del desmadre, del desastre, de este zaperoco que tenemos en el país es única y exclusivamente de las ratas.
@cjaimesb

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