Ideologías Políticas ¡Mosca, Moosscaaa!

En los países de Europa Nórdica, quizá donde se vive mejor en éste planeta, se le puede preguntar a cualquiera de sus ciudadanos qué ideología política profesa y la inmensa mayoría de ellos responderá “ninguna”, sin embargo el nivel de calidad de vida esas naciones es espectacular.
El siglo pasado enseñó a la humanidad que los extremos políticos son asombrosamente nocivos, aleccionó que no se puede dejar todo a la pretendida mano invisible del mercado, tampoco todo puede estar bajo control ni dominio del Estado, al parecer la respuesta es un poco de ambos.
Para que ese poco de ambos funcione debe existir una diligencia política cónsona con las necesidades y potencialidades de su nación y una ciudadanía exigente, atenta a la administración de la cosa pública, además de mucha conciencia a la hora de colocar su granito de arena, bien sea por concepto de tributos, entre otros.
De este lado, Estados Unidos exhibe por igual un asombroso nivel de vida, pero para ser parte de ese “nivel” hay que tener dinero suficiente, todo está expresado en dólares. Aunque allá la capacidad adquisitiva es muchísima mejor que en nuestro país, todo no puede medirse con esa vara, quienes por razones de exclusión social, de inmigración o cualquier otra causa no tienen dinero tampoco tienen acceso ni a salud, ni a la justicia, ni a nada, ese modelo no puede ser el ideal a copiar, ellos pregonan el Capitalismo como medio de vida.
En Venezuela se pregona la contra parte estadounidense, el Socialismo, cuya sistemática aplicación está dejando secuelas extremadamente complicadas; disminución del aparato productivo, inflación y pandemias sociales como el flagelo de la inseguridad, ello arremete duramente contra la población, población que cada vez tiene como única opción ser beneficiaria de una ayuda pública, llámese Misión o cual sea. Cuba, aunque asegura a sus ciudadanos educación y salud, la ciudadanía se encuentra restringida de libertades esenciales como la política, la económica y la de expresión/opinión. Las ideologías políticas, creemos, son un anzuelo para aglutinar masas, así ha quedado demostrado a lo largo de la historia, así justificar la permanencia de una elite, de un grupúsculo o cogollo vendido “ideológicamente” como la solución de los males que aquejan a determinado país, la panacea, “ellos o ningún otro”.
Las ideologías deben servir como complementos a la actividad política nunca como una biblia incuestionable, ya que todas las ideologías tienen algo que aportar, ninguna es perfecta por sí sola, ¡mosca! cuando se trate de radicalizar en una sola ya que es un medio que funge a manera de cerco que protege a un grupo de “proponentes”, a una elite que ostenta el poder, excluyendo a posibles contendores o rivales.
Con igual terquedad, estamos casados con la idea que la verdadera solución amigo lector, la única, es que el pueblo execre los gobernantes que justifican sus errores con miles de excusas alusivas al pasado, a sabotajes, a complot, imperios, entre otros, entonces ¿para que carajo aceptaron ser gobernantes sí esos eran los problemas que debían resolver? ¡Por Dios! La verdadera solución es que el pueblo exija resultados, resultados tangibles no solo en cifras abultadas.
La solución es que el pueblo entienda que los gobernantes son empleados, personas que paga el pueblo, usted que lee estas líneas, sus hijos, yo… empleados que pagamos para que administren lo recursos del Estado con la condición que éstos se reflejen en incremento de la calidad de vida, servicios públicos eficientes y modernos, seguridad, empleo, educación y producción, sino no tiene el menor sentido pagarlos porque en Venezuela no existe una Monarquía la cual debamos mantener. Sabemos que en Venezuela abundan riquezas prácticamente inagotables, solo esperan ser correctamente administradas por gobernantes eficientes y una conciencia ciudadana que necesita despertar de su letargo.
Seguir creyendo que los gobernantes son mesías, son jefes o comandantes es mediocremente medieval, una cadena perpetua al tercer mundo. ¡A exigir y colaborar!