Una de los supuestos históricos que nos cansamos de repetir, aunque rara vez se cumple, es aquel que sostiene que la historia es una “maestra de la vida” (Cicerón) porque nos enseña a evitar cometer las mismas equivocaciones que nos han costado caro. Y éste precepto es tan aplicable tanto a los individuos como a las colectividades.
Es una obviedad de perogrullo que las guerras son dañinas, y que la violencia como “partera de la historia” un desatino. La guerra es el fracaso de la especie humana. La tragedia como representación de un teatro del absurdo en el que la mayoría de las víctimas, civiles e inocentes básicamente, conforman un reparto inerme al que nadie invitó. El corso Napoleón, otro de los grandes criminales de la historia, trocado en héroe nacional, decía que la “guerra se debe alimentar de la guerra misma” (bellum se ipsum alet), es decir: arrasando y confiscando las propiedades y provisiones de los civiles en el territorio enemigo.
Hoy día, la doctrina militar se ha vuelto mucho más sofisticada e impersonal. Ahora matan a los civiles sin que estos se den cuenta. Todo ocurre de la manera más inesperada y sorpresiva, y básicamente, desde el aire. La nueva revolución tecnológica de los ejércitos es el dominio de la información sobre cualquier aspecto vinculado al enemigo y la puesta sobre el terreno de los llamados “drones” (vehículo aéreo no tripulado). No es de extrañar también que dentro de poco veamos a cyborgs y tanques operados a control remoto para infringir un devastador daño sobre los adversarios. Esta tendencia a la locura, ésta tendencia a la destrucción, está asociada a la naturaleza rapaz e implacable que genéticamente tenemos los humanos. Y que nos llevan a dudar acerca de sus posibilidades de redención y a la aspiración de una convivencia pacífica bajo un mundo desarmado.
Todo lo anterior viene a colación por el hecho de que Pablo Picasso (1881-1973), el gran pintor cubista de origen español, pintó el famoso “Guernica” hace setenta y cinco años atrás para denunciar el horror de la guerra. La aviación alemana e italiana, aliados del golpista Franco, llevaron a cabo sobre el poblado vasco de Guernica una de las primeras matanzas sobre civiles desde el aire.
El “Guernica” es un recordatorio, desde el mejor arte, de situaciones que jamás deberían repetirse, y con ello, alertar a todos los políticos y hombres de bien, a transitar la senda del dialogo ecuménico y por la apuesta de un mundo sin guerras, aunque esto suene platónico e ingenuo de nuestra parte.
SOBRE LA GUERRA Y EL GUERNICA
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