La ciudad como tema
Ver la ciudad desde la perspectiva de la mujer facilita reconocer todas las barreras que la ciudad les impone. Por ejemplo, es común ver a una madre tomar un rapidito con dos o tres niños para ir a un mercado para regresar con el añadido de un par de bolsas llenas y pesadas. Entonces, se trata de facilitarle el acceso a las unidades de transporte poniendo las paradas en las proximidades de las viviendas, aumentar la frecuencia, bajar los costos de los pasajes y el tiempo que requiere el desplazamiento. Aceptemos que no todos esos objetivos pueden lograrse simultáneamente.
Hay que acercar los servicios públicos a las viviendas y lograr que trabajen en horarios extendidos, para que las madres puedan acceder a ellos con más flexibilidad, algo que en parte se facilita con la internet. Es el penoso caso de los ancianos y ancianas haciendo colas durante horas para cobrar una pensión que bien podrían retirar de un telecajero que esté a la vuelta de la esquina.
Se trata de poner todo a distancia peatonal de la vivienda, rompiendo con el viejo funcionalismo urbanístico que proponía agrupar y concentrar las distintas actividades urbanas en aéreas especializadas, lo que llevó a la consolidación de ciudades que requieren de altos flujos de viajes entre los distintos centros funcionales. Se trata de convertir lo que ahora son ciudades dormitorio en pequeñas ciudades dentro de la gran ciudad, tal como está ocurriendo con Cabudare, donde poco a poco aumenta la oferta de empleo y servicios locales.
La organización de la ciudad debe facilitar las tareas a las madres que trabajan fuera del hogar, tanto de las que tienen doble jornada, como de las que la tienen triple haciendo esfuerzos heroicos para atender los niños, trabajar y estudiar. También con la internet, ahora mucho trabajo de oficina puede realizarse en casa, así como las manufacturas en redes facilitan que algunos trabajos de producción se hagan en casa, como es el caso de las costureras. Aun así, debe haber guarderías en las empresas pero si estas empresas son pequeñas es más fácil que varias empresas compartan un centro infantil en su proximidad o que el centro lo provea la municipalidad. Además, si las empresas pequeñas están dispersas en todo el espacio urbano pueden ofrecer mucho empleo muy cercano a las viviendas con el consiguiente beneficio para las madres que viven cerca. Y en esto del permiso pre y postnatal, si lo pagan las empresas, están tenderán a no emplear mujeres en edad reproductiva, lo que termina perjudicándolas. Diferente sería que ese derecho fuera pagado por el Estado, sin afectar a las empresas.
La inseguridad afecta seriamente la posibilidad de trabajo de las madres, especialmente de las más pobres que no poseen vehículos privados y que son las que más necesitan esos trabajos. En países como los nuestros se sabe el riesgo que corren en calles y paradas desoladas y mal iluminadas, de modo que las madres, aun queriendo trabajar, deben renunciar a ello.
El acceso a los servicios de salud es otro problema: deben estar cerca de las casas. Son las mujeres las que suelen atender al pariente anciano o enfermo que requiere atención permanente y eso les imposibilita trabajar. Y cuando se trata de ancianos o ancianas sanos, que aun conservan parte importante de su autonomía, es importante que en la cercanía de sus viviendas existan plazas y parques para reunirse con grupos de su misma edad e intereses.
Muchas de las consideraciones aquí indicadas ya son parte de las políticas de planeamiento de las ciudades europeas aunque hay que aceptar que los cambios en las ciudades, por su misma rigidez física, ocurren lentamente y, a veces, no se pueden hacer.
Combatir la exclusión será una de las grandes metas del urbanismo en nuestras ciudades.