Cuando Don Germán Arciniegas dio a la luz su delicioso libro “El Estudiante de la Mesa Redonda”, lejos estuvo de captar, que dejaba un estupendo modelo para incitar a la periódica divulgación sin límites, ese portentoso material humorístico, jocoso y divertido, que puede ocurrir y trascender en el recinto universitario. Muy acompasadamente en esta institución, de la cultura superior, albergue del saber y puerta abierta para proyectar los sucesos emotivos que se circunscriben hondamente en la memoria, durante el proceso de enseñanza aprendizaje.
En Venezuela y más comúnmente, en el recinto universitario, se encuentra sitio propicio para que ocurran gratos y memorables sucesos, que se graban firmemente en la memoria y el trascurrir del tiempo, no amaina su contenido, sino que los incrusta en el acervo de la memoria, como grato devocionario de reminiscencias que se evocan con jovialidad, espontáneamente, como legado evocativo del Alma Máter.
Ese derroche de fatalismo bromista ocurre como una manifestación de tradición, que se sigue desde tiempo inmemorial y la literatura y las expresiones artísticas, han recogido el espíritu vivo de estas manifestaciones. Esta especie de sainete festivo se denominaba VEJAMEN y constituía un discurso en verso, alusivo a la vida y rasgos de la trayectoria personal, un solo asunto o a varios. En la historia de la universidad venezolana, se hizo famoso el VEJAMEN compuesto por el doctor José Antonio Montenegro, según unos, o según otros, por el doctor Juan Nepomuceno Quintana, al recibir el grado universitario el doctor Salvador Delgado, satirizado en largas décimas y la primera alude:
No sé si es caballo o mulo,
si es una yegua o potranca,
a quien va echar la zanca
hoy mi numen cachirulo:
pero yo no me atribulo,
ni me da ningún cuidado
el corcovo, que ensebado
traigo un famoso jaral,
y haré ver a este animal
que aquí se jila delgado.
Para esas festivas ocurrencias del tiempo, la UCLA dejo también su lugar y su reminiscencia. La primera promoción del plantel de la UCLA, era la formada por los noveles doctores de la Escuela de Medicina y como hubo demoras, explicables, por la falta de tradición en cuanto a la tramitación administrativa de títulos, diplomas, fecha de conferimiento de diplomas, los aspirantes no estuvieron conformes con esta resolución y esperaron su oportunidad y cuando las autoridades universitarias acordaron rendirles un sobrio homenaje de reconocimiento y felicitación, al término de la carrera, no asistieron a la cita, en la hostería del Obelisco, sede de la reunión. El Rector Magnífico, doctor Argimiro Bracamonte, hombre de finos modales y de circunspecto proceder, al notar la prolongada ausencia de sus invitados, optó por invitar al agasajo a los conductores que se encontraban en la Hostería, otras personas que merodeaban por el sitio y un grupo de limpiabotas. En esta inesperada decisión, tuvo el acompañamiento del autor de esta columna quien, como vicerrector, estuvo conforme con la decisión socorrida, en vista de la situación presentada. Así fue como un grupo de personas, del común no siendo organizado en su nombre, disfrutaron de un agasajo dedicado a la muchacha que acababa de recibir el titulo de médicos cirujanos egresados de la Universidad Lisandro Alvarado, en la primera etapa de su ciclo académico.
De este inesperado percance lo lamentable no fue desechar el banquete, sino quedarse sin recibir el férvido y ético mensaje de felicitación y encomio a la primera promoción de médicos que egresaba del Alma Máter. Pero estoy seguro que ese alto y meritísimo maestro, desde este peregrinaje de eternidad, alza la voz con augusta complacencia, les augura méritos y honores y descollante carrera profesional, al amparo rutilante del símbolo del escudo que nos une y nos congrega luz ET VERITAS. Ahora y siempre.
