Miles de cambios en Venezuela y en la Medicina ha podido protagonizar durante casi un siglo el médico otorrinolaringólogo Enrique Domínguez Capdevielle, un sanfelipeño que nació el 27 de junio de 1922, pero que la mayoría de sus años de vida han sido en Barquisimeto.
Recuerda que estudió Medicina porque su familia no contaba con el dinero para costear la carrera de Ingeniería en Agronomía, por la cual su gusto profesional se inclinaba.
«Estaban dando unas becas para estudiar Medicina en Caracas y yo participé en el concurso. Nos daban 150 bolívares mensuales, suficientes para vivir en la capital», expresó Domínguez.
Mencionó que la Medicina no le era extraña porque su abuelo, un francés que llegó a Venezuela en el año 1852, ejerció la profesión, 100 años antes de que Domínguez se graduara como médico cirujano, en el año 1952.
Hoy este ejemplar hombre cumple 90 años de edad y 60 años como médico de la República de Venezuela, fechas que no pueden pasar inadvertidas, cuando las historias aún pueden revivirse.
Sufrir por una nariz
Enrique Domínguez rememoró su entrada a la Medicina, pero no podía obviar un suceso que marcó parte de su vida.
A los 16 años, como miembro y fundador de un equipo de béisbol, cuyas prácticas las realizaban en un terreno que ahora es el Hospital Luis Gómez López, un compañero de equipo le propinó un batazo en la cara, sin habérselo propuesto.
«Esto hizo que me partiera la nariz, me llevaron a la Policlínica. En esa época la anestesia era éter abierto que no podían colocarme por el sangramiento, sino la intravenosa. Tampoco había técnicas para entubar a los pacientes», contó Domínguez.
En ese momento, sufrió un paro respiratorio, los médicos lo dieron por muerto y salieron del quirófano.
«Yo siempre he dicho que tengo un ángel de la guarda porque me han pasado muchas situaciones y accidentes graves. Por ejemplo, en esa época estaba un médico recién graduado, Pedro Adrián Santeliz, y empezó a darme respiración artificial y reviví», contó.
Luego, en vista de que no po-dían colocarle anestesia intravenosa, el médico le dijo: ¿usted aguanta que le haga la operación sin anestesia? A lo cual no pudo negarse.
Recuerda que perdió el conocimiento por tanto dolor. Desde ese momento comenzó su calvario para poder sanar la nariz y respirar bien.
De allí que quisiera estudiar en forma más profunda cómo curar los trastornos nasales.
«Antes los instrumentos no eran los adecuados y los otorrinolaringólogos se encargaban de sacar agallas». Domínguez estudió Medicina en la Universidad Central de Venezuela y trabajaba en el Hospital de Los Teques, donde empezó a pasar consultas.
El médico a cargo del servicio de otorrinolaringología (ORL) del Hospital le encargaba que preparara a los pacientes antes de la cirugía y les colocara la anestesia, pues antes no existía la especialidad de anestesiología, sino que los cirujanos hacían esta labor.
«En una ocasión tocaba operar a una persona ciega que vivía en el Hospital. No tenía familia y al momento de colocarle la anestesia, me dije: ‘Ella no va a saber quién la operó’. Entonces, mientras llegaba el jefe del servicio, la operé y cuando llegó se lo comenté. Desde allí comencé a hacer intervenciones en ORL», narró Domínguez.
Avances
Enrique Domínguez señaló que deseaba sacar a la ORL del sillón, lo cual pudo lograrse gracias a avances médicos y tecnológicos, como la creación de la fibra óptica.
«También hubo muchos médicos que pudieron aprender más del área, porque en esa época los norteamericanos estaban en guerra y quedaban muchas vacantes para los médicos latinos, por lo cual muchos se especializaron», contó.
Quiso aprender las mejores formas de cirugías de nariz porque, hasta la época, los resultados de estas intervenciones no eran los mejores.
«En un curso en Mar de Plata se comenzó a hablar de la cirugía funcional y estética porque de nada vale una nariz bonita, pero que no pueda respirar», estableció.
Participó en un curso ofrecido por la Sociedad Americana, con técnicas novedosas para mejorar la funcionalidad de las intervenciones de la nariz.
«Los especialistas de Estados Unidos nos dijeron que podían venir a Barquisimeto para dictar el curso y así hubo actualización de nuestros médicos, en el X Congreso Nacional que yo presidí. Ellos mismos se pagaban sus gastos», agregó. Lo más novedoso fue la cirugía funcional estética de la pirámide nasal.
En la política
Desde los 16 años, Domínguez participó en las células comunistas en la clandestinidad.
Llegó a ser diputado electo por el MEP al Congreso Nacional.
«Lo hice porque quería ayudar a niños excepcionales. En esa época se funció el Alpane, Icorne e Icoal», contó.
De hecho, el edificio del Icoal para jóvenes sordos, que funciona en Fundalara, fue iniciativa del doctor Domínguez, otro legado para la historia.
60 años médico
En San Felipe conoció a Alfredo Cellis Pérez, precursor de la ORL en Venezuela, con quien aprendió de primera mano las técnicas y procedimientos del área.
Por la persecución de la dictadura perezjimenista, quienes no se inscribieran en el partido fueron expulsados de sus cargos y del Estado, motivo por el cual vino a Barquisimeto.
En la ciudad crepuscular trabajó en el Sanatorio Anti-tuberculoso, actual Hospital Luis Gómez López, donde obtuvo un cargo médico.
Trabajó además en el Servicio de Rinología del Hospital Antonio María Pineda.
«Me dijeron que sólo podían pagarme 100 bolívares y yo les dije que no importaba porque necesitaba trabajar. Un médico sin hospital no puede progresar», destacó entre sus palabras.
Allí llegó a ser jefe de servicio, y recuerda a su primer alumno: Rafael Ramón «Chicho» Riera, cuyo nombre lleva el área de otorrinología del Hospital Central.
Con 60 años en la profesión de la Medicina, Enrique Domínguez sigue con energía y ganas de vivir.
«Humor y tolerancia son sinónimo de larga vida. También les recomiendo un hobbie para liberar las tensiones», dijo.
Fotos: Simón Alberto Orellana
