Aunque al internet se le reconoce como el medio por excelencia que incentiva
la innovación y la participación ciudadana, también es visto como un inmenso
espacio proclive a las paradojas e ironías.
Esta semana el más irónico en la red fue el gobierno de Cuba, a través de su
sitio Cubadebate.com, en el que reclamó a Google haberle cancelado la
herramienta Google Analytics, utilizada para medir y analizar las visitas
que recibe un sitio, y otros servicios sobre mapas, búsquedas y compra-venta
de publicidad.
Lo paradójico es que el gobierno cubano calificó la acción de Google de
«escandalosa censura», exigiendo mayor libertad para el internet, pese a ser
uno de los mayores censores del planeta. Un reclamo inaudito después que
tildó de «subversivos» a blogueros independientes que se reunieron esta
semana en el «Festival Clic» de La Habana, bloquea contenidos en línea y su
unión con Venezuela a través de un cable submarino de fibra óptica para
acelerar el internet, solo beneficia a internautas burócratas y no a los
ciudadanos como había prometido.
Pero en todos lados se cuecen habas. El de EE.UU. es el gobierno con mayor
presupuesto del mundo para incentivar procesos democráticos y gobiernos más
abiertos mediante la penetración del internet, las redes sociales y banda
ancha. Sin embargo, esos jugosos fondos que a menudo cita la canciller
Hillary Clinton, no pueden ser usados en países a los que impone embargos
económicos, como Cuba, Corea del Norte o Siria.
Así que aunque Google comparte la visión del gobierno estadounidense de que
«más información significa mayor libertad y más poder para el individuo», la
Ley del Embargo, que data de 1962, no le permite ofrecer sus plataforma y
herramientas en línea que incitaron la Primavera Árabe y otros movimientos
emancipadores.
Google debería hacer más por sortear este tipo de leyes que impiden
impulsar democracia, de la misma forma que cabildea para influir en
regulaciones sobre publicidad en línea, impuestos y propiedad intelectual,
como hizo en Washington este año, actividad en la que invirtió cinco
millones de dólares, muy superior a lo gastado por Apple, Facebook y
Microsoft combinados.
En otro giro de ironías, el Informe de Trasparencia Global que Google
presentó esta semana, con el que mide cada seis meses las peticiones que
recibe de gobiernos para censurar contenidos, mostró que el internet no es
solo presa de gobiernos opresores.
En el segundo semestre de 2011, mediante órdenes policiales y resoluciones
judiciales, 45 países pidieron a Google que descuelgue videos de YouTube,
desactive blogs y cuentas en redes sociales, la mayoría por contenidos que
los gobiernos calificaron de injuriosos.
¿Lo irónico? EE.UU y Brasil fueron los países que más solicitaron órdenes de
censura, lo que Google calificó de «aberrante» y «alarmante», por tratarse
de países democráticos que paradójicamente son los que más hacen a favor del
internet libre y abierto. EE.UU. presentó 187 solicitudes para eliminar
6.192 elementos de contenido, un 103% más que en el primer semestre del
2011, mientras Brasil hizo 194 solicitudes para que se remuevan 554
contenidos. Argentina presentó 39.
Google, que no censura en forma previa, tampoco cumple con todas las
órdenes. Obedeció solo algunos pedidos de EE.UU. y Brasil, no eliminó, por
ejemplo, un video de un canadiense orinando sobre su pasaporte y arrojándolo
al inodoro como pidieron las autoridades de ese país y desestimó eliminar
videos satíricos sobre el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi.
Google sí cumplió con eliminar decenas de videos en contra de la monarquía
en Tailandia, otros que patrocinaban el terrorismo en Inglaterra, contenidos
sobre pornografía infantil y más de tres millones de solicitudes para
eliminar contenido que infringía leyes sobre derechos de autor, cumpliendo
un 97% de esas peticiones.
Aunque el informe se queda corto al no revelar la censura que practican los
gobiernos en forma directa, como los de Cuba, China o Siria, su importancia
radica en que hace trasparente los procesos restrictivos, siendo, quizás, la
única forma para disuadir a países opresores.
Estas ironías demuestran que el internet, así como la democracia, no es un
medio perfecto; y que su perfección depende del grado de libertad que se le
insufle. <mailto:[email protected]«>[email protected]> [email protected]«>[email protected]