El amor es posible encontrarlo husmeando, sobre todo para los solteros que gustan de asistir a las llamadas fiestas de feromonas.
Los invitados a las tertulias _que han tenido lugar en Nueva York y Los Angeles entre planes para otras ciudades_ deben presentarse con una camiseta usada como pijama para que sea olida por otros participantes.
Y de pronto, ya está. Uno puede escoger a su pareja en función del aroma, como dicta la teoría.
Las fiestas comenzaron como veladas experimentales entre personas en busca de pareja. Las reuniones fueron creadas por una mujer de California cansada de hacer citas en internet, pero resulta que también tienen un fundamento científico.
Los investigadores han demostrado que los humanos tienen la capacidad de distinguir en el aroma las combinaciones genéticas que podrían derivar en una descendencia débil.
En una galería a media luz en Los Angeles durante una noche reciente, los asistentes a una fiesta de feromonas se congregaron en torno a varias mesas con bolsas de plástico que llevaban camisetas y una tarjeta con un número. Una vez que alguien encontraba una que le gustara, un fotógrafo le tomaba una imagen sosteniendo la bolsa y la proyectaba sobre una pared para que el propietario de la camiseta se presentara para conocer al admirador o admiradora de su aroma corporal.
Konstantin Bakhurin, de 25 años y con licenciatura en neurología, dijo que soslayó las bolsas que olían a talco para bebé, a detergente o a perfume hasta que encontró algo más peculiar: la poseedora de una camiseta amarilla cuya fragancia describió como «picante».
«Creo que esto es probablemente seudociencia», comentó Bakhurin, quien asistió con dos compañeros también graduados en la Universidad de California en Los Angeles. «Sólo vine por curiosidad para ver qué ocurría».
Las fiestas representan un marcado contraste con la proliferación de los sitios en internet para buscar pareja, los cuales requieren incontables detalles de los solteros. Los encuentros de feromonas están de alguna manera remontando el romance a sus comienzos más elementales.
Judith Prays, una programadora de cibersitios que ahora vive en Atlanta, dijo que se le ocurrió la idea de las fiestas de feromonas cuando no pudo encontrar pareja en internet. Relató que había salido con hombres por más o menos un mes hasta que las cosas se agriaban y entonces comenzó a citarse con un hombre que no era lo que buscaba, pero con quien terminó teniendo una relación de dos años.
Lo que recordaba era su olor.