Resuelto el problema eléctrico; el satélite chino, pagado por nosotros, descubrió el nido del Didelphis marsupialis, vulgo rabipelado, ahora roedor como cable, como la mayoría del pueblo.
Venezuela, en pocos años, ha pasado de ser un país desconocido o al menos poco conocido, a un país altamente conocido. En cualquier rincón del plantea se habla de nuestro país, bueno para ser más preciso, se habla de nuestro «comandante en jefe». Y eso se debe única y exclusivamente a él, a su política, a su forma de ver el mundo, a su forma de hablar, a su manera de tratar los temas más delicados de la humanidad, a su «sindéresis» en el trato con sus congéneres. Hace poco, haciendo uso de las facilidades que nos da la tecnología de la Internet, se me ocurrió enviar una especie de cuestionario o encuesta a diferentes correos seleccionados al azar por el terminal de la dirección (ie.: ar/co/bo/br/pe/uy/es/it/za/ch/mx/fr/cn/uk/中国/香港), para cubrir todos los continentes y el mayor número de países, para averiguar cuan cierta era esta percepción.
Grata fue nuestra sorpresa al poder comprobar que en realidad si nos conocen por la obra de «nuestro comandante en jefe». Para muestra daremos algunos ejemplos de respuestas recibidas. La dirección con terminal «ar» nos respondió «claro que conocemos a Venezuela y su comandante. Él hizo posible que saliéramos del atolladero económico donde nos había metido el tuerto Néstor». El del terminal «bo» respondió «claro que la conocemos, un connacional de ese país nos dejó un mono con el Perú por haberle quitado el Alto y al comandante porque yo manejo una ambulancia donada por él». El del «br» escribió «de seguro que si, somos vecinos y el comandante nos dio una chamba en la construcción de un puente que todavía no se termina de construir pero que seguimos cobrando». El del correo «co» contestó eufórico «es que además de país hermano y con igual padre libertador, él, es decir mi comandante, nos provee de todo el apresto militar que necesitamos para llegar al poder». El dueño del correo terminado en «中国» escribió «clalo que si ese país quedal muy lejos pelo yo recibil petloleo balato enviado pol el comandante que ama a Mao». Y así fueron respondiendo casi todos. Claro que todas las respuestas no fueron tan halagüeñas. Unos me dijeron, a vuelta de correos, que conocían a nuestro país porque el que gobernaba era un tercio que se metía en todo lo de su país pero no aceptaba que se metieran en el suyo. Otros nos dijo que claro, que era más conocido que Al Capone en sus buenos tiempos. Algunos nos respondieron en el idioma del imperio y nos dijeron que nos conocían por estar en una lista negra, por la alta inflación, por la alta criminalidad, por la corrupción, por los narco-generales. Muchos otros, de países tan diversos y lejanos, como España, Canadá, Arabia Saudita y Australia, comentaron que habían oído de nosotros por haber hecho amistad con paisanos nuestros que habían sido aventados de aquí por la conocida «amplitud y tolerancia democrática» del comandante. Total que, como en algunas encuestas nacionales, todos dijeron conocernos y conocer al héroe del Museo Militar. Todos dijeron que en algún momento lo vieron en noticieros de Tv, hablando, cantando, bailando, insultando o habían sido beneficiaros de alguna misión. Un correo que me llamó la atención fue uno que lo mencionó como Simón Chávez, no se si lo confundió con nuestro libertador o con el «pollo de la palmita».
En resumidas cuentas que nos debemos sentir «orgullosos» de «nuestro comandante en jefe». Ni Carlos, «El Chacal», ni Antonini, el hombre del maletín, nos habían hecho tan famosos. Estamos a la altura de la Cuba de Fidel, de la Libia de Gadafi, la Siria de Bashar, el Irán de Mahmud, la Corea de Kim Il Sung y otros tantos «demócratas» y «democracias» y a lo mejor hasta alcanzamos la fama de la Alemania de Hitler. Pero quien quita que el 7-O el flaco lo devuelve a la «nada» de su «por ahora».