Recordemos las palabras de Pep Guardiola cuando renunció como técnico del Barcelona y ofreció las razones de su decisión: «se me agotaron las ideas para ayudar como técnico al equipo». Bajo su era el Barcelona realizó hazañas prodigiosas y llegó a ser considerado el mejor equipo de football del mundo.
Al caudillo y su revolución se le han agotado las ideas y el tiempo. Pero a diferencia del técnico catalán no deja para la posteridad una estela de triunfos que permita recordar con beneplácito sus largos catorce años al frente de la nación.
Al no poder ofrecer resultados en controlar la inseguridad, en reducir la pobreza, en mejorar la calidad de vida de los venezolanos o en aumentar la producción de alimentos y de petróleo, han acudido a la práctica de ensalzar el culto a la personalidad del caudillo.
En clara malversación de fondos el caudillo utiliza recursos de la nación en publicidad y propaganda intentando engatusar a votantes incautos. Abusa de su autoridad cuando imparte ordenes mano militar, a los medios de comunicación públicos que son de todos los venezolanos para enlodar a su adversario, a los fiscales y jueces para que atropellen la justicia a favor de la causa oficial y a los legisladores para que aprueben leyes como la ley de costos y precios o la ley antimonopolio que asfixian al sector productivo con controles, multas y amenazas de expropiación.
En los años de poder revolucionario han ingresado a las arcas del tesoro más recursos que en las ocho décadas anteriores. Pero en aquellos años se dejaron obras de infraestructura, se mejoraron las siembras y se invirtió en petróleo. Bajo la revolución lo que ha crecido a raudales es la corrupción que ha enriquecido a unos pocos y la ineficacia que ha destruido el patrimonio nacional.