La esencia del ser humano desde sus orígenes se ha caracterizado por el desarrollo del razonamiento y la búsqueda de mejorar siempre sus innovaciones para llegar a la perfección. Todo este proceso sin duda lo ha llevado al encuentro de la filosofía y a responder las preguntas que por naturaleza se atraviesan en la cotidianidad humana. Es en ese instante cuando sale a flote el término «ciencia», el cual se escucha a diario, y es aparentemente comprendido por todos, aunque la realidad sea que en profundidad es poco explorado en su contexto absoluto y sus competencias .Partiendo de esto, se define a la ciencia como «Un conjunto de conocimientos racionales, ciertos y probables, obtenidos metódicamente, sistematizados y verificables, que hacen referencia a objetos de una misma naturaleza.»(www.aulafacil.com). Esto quiere decir, que al agrupar conocimientos similares que son perceptibles o hipotéticos, y que están organizados mediante diversos métodos para su comprobación, se está haciendo ciencia.
Lo anteriormente expuesto, indica que el ser humano desde tiempos remotos ha buscado ampliar y diversificar la ciencia, directa e indirectamente, desarrollando preguntas que crean a la filosofía como madre de las ciencias, capaz de realizar preguntas que al ser respondidas, diversifican las ciencias exactas y sociales. Es importante destacar, que en esa constante búsqueda que crea avances en la raza humana, siempre se ha caracterizado como eje principal la relación hombre-entorno, ya que dicho proceso surge de lo que observa en la naturaleza y en lo no antrópico. Los recursos que han permitido el progreso que surge de las respuestas, que se van descubriendo, son otorgados por los ecosistemas. Si deterioramos el entorno que brinda el desarrollo de la ciencia, estaríamos atentando contra nuestra propia supervivencia, y de esta manera optaríamos por una posición que se aleja del raciocinio y perfección que busca la plenitud y persistencia para mejorar y descubrir fenómenos.
A raíz de esto, las ciencias se han ido especificando y han estudiado por separado los fenómenos que rigen nuestro mundo y universo. Sin embargo, a la hora de ajustar esa compresión a la supervivencia y aplicación de criterios de persistencia y evolución, las ciencias deben unificarse y trabajar en conjunto para enfocar el desarrollo desde todos los pilares a las adaptaciones independientes a nosotros que hay en el mundo. Para esto, es necesaria la capacitación de personas que logren esta integralidad y forjen el camino, más allá de quienes han conseguido los productos particulares y específicos de cada disciplina.
Se ha venido exigiendo la existencia de especialidades y documentos que engloben lo anteriormente dicho, y se han creado -a baja escala- profesiones que no sólo trabajen la ciencias de la naturaleza desde un solo enfoque, sino desde una perspectiva holística, de manera que los estudios ambientales sean, bajo el concepto ya descrito de ciencia, un conjunto de conocimientos racionales, ciertos y probables, referentes a los componentes bióticos y abióticos del entorno, obtenidos metódicamente, sistematizados y verificables, que hacen referencia al ambiente. Bajo este concepto, los estudios ambientales se convierten en una ciencia que engloba todos los tipos de la misma, siendo los profesionales de ésta, personas capaces de abordar las ciencias exactas con un enfoque que a su vez es social y humanístico, unificando las particularidades y disciplinas aisladas para crear un todo, cuyo propósito es mantener y ampliar el desarrollo sustentable.