Es humillante esperar horas y horas en una antesala viendo que el burócrata dedica tiempo a otras personas y no atiende a quien llega antes a la cita de audiencias. Esto le sucedió en Caracas, iniciándose el año 1899, al general Cipriano Castro, nativo del estado Táchira, quien fue desairado por el Presidente de la República, general Ignacio Andrade, al no recibirlo. Ante aquel rechazo, el militar visitante se fue molesto, enojado, pues su carácter impulsivo no admitía una afrenta de ese tamaño. Así, irritado, juró: «La próxima vez que vuelva, será para gobernar a toda Venezuela».
Entonces el general Cipriano Castro, quien años atrás había empleado audacia para mover hilos y alcanzar en su región andina importantes cargos: Gobernador, Jefe de Armas y Diputado, regresó ofendido a Cúcuta, donde vivía en exilio político desde el año 1992. Y allá en suelo colombiano empezó a trazar el plan de la llamada Revolución Liberal Restauradora, montonera de sesenta hombres que fue creciendo después de cruzar, a mediados del año 1899, la línea fronteriza marcada por el río Táchira.
Frente a tropas del gobierno triunfó en Táchira y en Mérida; por Trujillo pasó eludiendo al enemigo, ganó en Carora, no tuvo problemas en Barquisimeto y en Nirgua salió victorioso sin mayores inconvenientes. Su batalla decisiva se presentó en Tocuyito, donde el alto mando gubernamental en actuación indigna traicionó al presidente Ignacio Andrade para dejarle libre el camino al caudillo andino, más despejado cuando oportunistas personajes que cuidaban intereses económicos le brindaron apoyo en Valencia.
La vía hacia Caracas fue triunfante, en tren, al lado de los nuevos amigos y de su Comando, en éste su compadre y mano derecha, un taimado general de nombre Juan Vicente Gómez. Ya instalado en la capital de la República, sobre la silla presidencial y bajo inflado caudillismo, entre vítores y aplausos, Cipriano Castro sintetizó su plan de gobierno: «Nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos procedimientos».
Pero al llegar al poder cambió su forma de actuar, se volvió pretencioso y se dejó llevar por intrigas y lisonjas, aparte de perennes parrandas en un círculo de amigotes, mujeres y licor. Todo eso postergaba asuntos importantes del Gobierno y pronto el país se vio bajo sombras de una dictadura, agobiado por una severa crisis política, económica y social. El caudillo, cargado de intolerancia, metió presos a banqueros que le negaron préstamos, provocó alzamientos armados, clausuró universidades y en 1901 rompió relaciones con Colombia.
Por este mismo tiempo el país estuvo acosado por fuerzas económicas de Inglaterra, Italia y Alemania, potencias europeas que le solicitaban, mediante cañones apuntando sus costas, el pago de deudas y otras acreencias. Superado este hecho a través de alterna vía diplomática internacional, el general Cipriano Castro siguió en el poder hasta 1908, año en que visitó Barquisimeto en medio de grandes agasajos, visiblemente enfermo.
Así, su presidencia culminó en diciembre de aquel año 1908 cuando se vio obligado a ir a Europa con el fin de someterse a tratamientos de salud. Su compadre y vicepresidente del país, el general Juan Vicente Gómez, actuando entre sombras propias del caudillismo, no le permitió regresar. Entonces Cipriano Castro murió en el destierro, en Puerto Rico, dieciséis años después. Ya la dictadura gomecista era dueña del poder, historia conocida.