Hemos visto de todo en la política venezolana. Pero nunca un caradura como él. Le atribuye a los demás lo que es, o hace él, y las conductas suyas que replican sus cómplices.
Es público y notorio que la guerrilla colombiana acampa en Venezuela. Tiene presencia en todos los municipios fronterizos (es lo que comentan los ciudadanos de dichos territorios).
Pero en cuanto a él, las fronteras del país nunca estuvieron mejor protegidas. ¡Y con su cara tan dura que lo afirma, como si fuera la verdad más creíble y absoluta del mundo!
Igual o peor es su comportamiento, con relación al grave problema de la inseguridad que padece la familia venezolana. A tanto llega la monstruosidad de su caradurismo, que aún pretende echarle la culpa a quienes lo precedieron desde hace doscientos años.
Pero él ignora -o le importa un bledo- que ya lo hemos visto y oído presentar casi veinte “planes de seguridad”. Y el único resultado cierto, tangible, computable, es que cada hora asesinan a tres venezolanos. Jóvenes la mayoría de los muertos, y jóvenes sus asesinos. Sin embargo, para él, para su desvergonzada caradura, la inseguridad personal es herencia del capitalismo o es una ilusión de óptica. ¡Qué cinismo!
Hay algo más repudiable todavía. En alguna parte del mundo, donde seguramente le deben muchos “favores”, lo enseñaron a montar las mentiras más extravagantes. Él, cada vez que se aproxima una elección, dramatiza, a la perfección, la inauguración de grandes empresas de súbita aparición. Por supuesto, para generar expectativas de desarrollo y empleo. Al pasar las elecciones, también súbitamente desaparecen los espejismos.
Por esto la gente repite: ¡Para caradura, él! Sólo los bolsas de nacimiento, volverán a ser atrapados en la red de sus mentiras.
@UrdanetaAguirre