Reflexion – El Tazón de Madera

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Dedicado a los hijos, en El Día del Padre.
“El viejo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban. La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían el alimentarse un asunto difícil. Los guisantes caían de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel. El hijo y su esposa se cansaron de la situación. «Tenemos que hacer algo con el abuelo», dijo el hijo. «Ya he tenido suficiente». «Derrama la leche hace ruido al comer y tira la comida al suelo». Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos, su comida se la servían en un tazón de madera.
De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver  lágrimas en sus ojos mientras estaba ahí sentado solo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida. El niño de cuatro años observaba todo en silencio. Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le pregunto dulcemente: «¿Que estás haciendo hijo?» Con la misma dulzura, el niño le contestó: «Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos.» Sonrió y siguió con su tarea. Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla.
Ahora, eran sus lágrimas que rodaban por sus mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer. Esa tarde el esposo tomo gentilmente la mano del abuelo y lo guío de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupo un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa parecían molestarse más, cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.”
El texto leído, me fue enviado el día de mi cumpleaños. Un día de septiembre del 2005 como a las 9 de la noche. Obviamente, después de terminar de leerlo, hasta allí pude seguir al frente del computador. Y cada vez que lo leo, quebranta mi corazón. Medito, profundamente, en la situación de tantos hombres que han dado su vida, su salud y su felicidad por sus hijos y hoy, tristemente, son olvidados por ellos, a pesar de tener las posibilidades de darles, en el poco tiempo que les queda de vida un poquito de amor.
No sé, si la experiencia narrada, pueda enternecer el corazón de alguien que echó de su lado al ser que le dio vida. Pero los hijos son instrumentos de Dios para enseñar a sus padres. El texto sigue diciendo. “Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan los mensajes que absorben. Si ven que con paciencia proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas”
Tampoco sé, cuantos de mis apreciados lectores, por alguna “razón justificada” apartaron de su lado a sus “viejos”. O lo llevaron a algún sitio para que lo “atiendan mejor”. Quizás tengan argumentos auto convincente y se sienten bien. Y, ni les molesta la conciencia. ¿Cuántos son cristianos, creen en Dios y en sus santos, van a misa o al culto evangélico de adoración en domingo o en sábado y llevan una vida relajada, tranquila? Y para nada, le molesta la situación de abandono, indigencia y enfermedad de sus padres. !No se!
Pero, déjenme decirles, que Dios sí sabe. Y está pendiente de todo. El único mandamiento de su Ley, la cual aún está vigente, que tiene una promesa clara y contundente es: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.” Ex.20:12. Y yo alabo hoy a Dios por Waldo, mi hermano mayor, y por mis hijos. Y por centenares de mis amados lectores, quienes han honrado y honran con creces el Mandamiento. !El Altísimo les bendiga! !Hasta el martes, Dios mediante! Próximo título: “Negro Primero” “La esencia de la mujer es el fruto de su vientre. Su espíritu maternal proviene de Dios. La más grande creación de Dios son la madres.” Euclides Páez.

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