Nelson Orlando Garnica La Vecchia

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Es interesante observar cómo en la medida en que discurre el tiempo son muchos los hombres que pasan sin dejar huella alguna, y pocos los que impusieron su huella y legado inmanente en la historia patria, que ayuda a comprender que gracias a luchadores y valientes como ellos se logró la libertad de la Nueva Granada.
Uno de esos valientes hombres fue Daniel Florencio O’ Leary, soldado e historiador, figura ilustre de dos patrias. ¿Fue realmente O’ Leary ese hombre de espíritu admirable y luchador, el amigo prócer que acompañó a Bolívar durante la Independencia?
Para dar respuesta se recurrirá hasta a tres hipótesis de alto grado de acierto, pero sólo una con la respuesta más completa. La primera hipótesis planteada por Hans Joachim Merseille en su libro Extranjeros destacados en el ejército de Bolívar, dice que el General O`Leary fue el edecán del Libertador, que a su lado logró la de liberación de Venezuela; la liberación de Quito (Ecuador), donde luchó al lado del general Antonio José de Sucre, en la decisiva batalla de Pichincha, en 1822 (en la batalla, Sucre lo asciende a teniente coronel); en la campaña del Perú, donde estuvo en la batalla de Junín, entre otras.
En 1825 Bolívar lo asciende a coronel y lo ratifica como su edecán. El legado más importante de O’ Leary son sus memorias, en 32 tomos, publicadas en Caracas por su hijo Simón Bolívar O’ Leary.
En ellas se encuentran gran parte del archivo privado del Libertador y las vivencias de O’ Leary junto con Bolívar. Poco habla de sí mismo, salvo por la frase final: «Muerto el Libertador y destruida su grande obra, me retiré a Jamaica a organizar sus papeles y escribir mis Memorias».
Al morir Bolívar, las lágrimas de O’ Leary fueron borbotones de dolor que bajaron por sus mejillas y es por esto que se retira a escribir sus vivencias al lado de su ejemplar y fiel amigo Simón Bolívar.
En la segunda hipótesis se recurrirá a lo dicho por Rumazo González sobre lo que O’ Leary afirmó acerca de la amistad con Bolívar y lo que significaba la palabra amigo para él. La amistad es atributo sólo para valientes. La amistad para él era palabra sagrada. Si descubría engaño o falsía, no perdonaba al que de su confianza hubiese abusado.
Por su parte Bolívar decía: El título de amigo solo, vale por un himno y por todos los dictados que puede dar la Tierra. Preferiría que mis amigos me trataran de usted, y si fuéramos romanos el tú valdría más. ¿No comprenden los que se burlan de la amistad viril que el conocimiento crea una capacidad de atracción preferida a la fuerza de gravedad que existe entre dos cuerpos?
El conocimiento a la verdad genera una atracción que aviva las condiciones más heroicas. Si alguien presenta ante nosotros el abismo de la grandeza y de la creación, desde ese día seremos diferentes: habrá en todo lo que nos rodea un sabor de aventura; no habrá paz en nuestro espíritu, nada será suficiente para desafiar el vivir.
Podría decirse que las grandes amistades han hecho la historia de los pueblos. La cadena Sócrates-Platón-Aristóteles no es más que un corolario de esta afirmación.
Lo anterior muestra como O´Leary se siente identificado con lo que Bolívar expresa de la amistad y lo plasma con orgullo en sus memorias.
Para finalizar, la tercera hipótesis es planteada por Fabio Lozano. En su libro Conferencias dictadas en la academia colombiana de historia con motivo de los festejos patrios, él expresa que el general O’ Leary fue un gigante que presenció los eventos más importantes de la Nueva Granada, al lado de Bolívar.
El Libertador le entregó su confianza, juntos como estarán en la historia; con una de sus frases se identificará por siempre: resistir hasta la muerte («to resist to the death»).
Es evidente que O’ Leary, como lo dice Blanco Fombona: «Es para los americanos digno de gratitud y admiración: de gratitud, porque después de haber consagrado su juventud a defender a América, dedicó sus días maduros a renombrar los esfuerzos de nuestros abuelos por la libertad y de admiración por el talento, la paciencia y la ecuanimidad de espíritu, con que realizó el empeño».
Según todo lo anterior la respuesta más completa es la hipótesis tercera, ya que se demuestra que Bolívar lo consideraba su gran amigo, y participaron juntos en la Independencia; también que lo enorgullecía por completo por ser el general O’ Leary un luchador igual que él hasta el final, un hombre de espíritu entregado a su misión, actos que honran a la humanidad.
Bolívar dijo: «O’ Leary tiene más amor propio que orgullo y que vanidad. Tiene en sus modales dulzura y suavidad. Es el áspid escondido entre las flores, y desgraciado del que lo lastime». Constituye el monumento más digno de la grandeza de Bolívar.

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