Está por cumplirse un centenario del nacimiento de un gran caroreño. Fue periodista y político, músico y político, luchador social y político, pobre y político, soñador y político, caroreño ejemplar y político. Y es que Isaías Ávila asumió la política como una misión de vida al servicio de su ciudad natal y de sus coterráneos.
De él no tengo memoria personal, no obstante conservo las resonancias de su nombre como adalid de causas sociales medulares en la Carora de hace varias décadas. De esa ciudad donde El Diablo se quedó danzando en los remolinos de viento y Dios todavía mira con el ceño fruncido pendiente de que la inteligencia de sus hijos no se convierta en juegos de maldad o comentarios sangrientos sobre la vida ajena. Pero sin duda alguna Dios ama a Carora y por ello le ha dispensado la gracia de convertirla en la ciudad Levítica de Venezuela por el gran número de sacerdotes que de ella han surgido. Amada por Dios y apetecida por El Diablo, Carora es un universo particular donde la ética y la estética mueven pasiones seculares que se expresan en un movimiento interminable sobre la idea de lo hermoso y de lo justo.
Expresión máxima de estas virtudes para pensarnos y ubicarnos en contextos globales fue Cecilio Zubillaga, Chío, quien con profundidad filosófica y pluma periodística dibujó con trazos magistrales la sociedad de su tiempo y su visión futurista de lo que hoy somos. Sobre la fragua de estas ideas, que en su momento causaron enfrentamientos de todo tipo, surgió una Carora más equilibrada donde han podido convivir el ímpetu por crear riqueza y la justicia social que debe servirle de plataforma humana.
Protagonista de este accionar de la idea como instrumento de cambio y perfectibilidad democrática fue Isaías Ávila. Hombre integral, Caroreño telúrico, Político honorable, Luchador incansable, su vida fue un testimonio de cómo las actividades públicas pueden cumplirse de forma altruista al margen de cualquier apetencia mezquina motivada por el lucro. No tuvimos el honor de compartir con él, básicamente por razones de edad, pero si sentíamos el halo de respeto que inspiraba su presencia, Preso por la Dictadura de Pérez Giménez, Preso a causa de las luchas campesinas. Editor siempre fugitivo del periódico Cantaclaro, cuya imprenta era contante movida de un lado a otro a lomo de burros para evitar su confiscación por parte del gobierno que estuviera de turno. Su vida y obra fue un monumento de coraje y consecuencia el cual debe ser mostrado a las nuevas generaciones como ejemplo de entrega generosa a causas colectivas y nobles.
Personas como Isaías Ávila, luchadores como Isaías Ávila, tienden a ser olvidados porque no están montados sobre el podio de la espectacularidad que deslumbra mediante la espada, el talento, el poder o el dinero, sino que establecen nido en las habitaciones, algunas veces solitarias, del coraje, del aguante, de la determinación y el de asumir su misión en la vida como un apostolado imbuido en la humildad de las satisfacciones intimas. Pero es tarea de la posteridad, de los hombres que caminan sobre las huellas heredadas, el rescatar su gesta y colocarla en sitial de honor en la galería de tesoros ciudadanos.
Este articulo, sugerido por mi entrañable amigo José Ángel Ocanto, no pretende otra cosa que llamar la atención sobre este reconocimiento al cual estamos obligados los caroreños en el centenario del nacimiento de Isaías Ávila. El dejó toda una escuela de lucha tanto en la política como en el periodismo, donde abrevó JAO al igual que otros muchos actores de la comunicación y la política, para hacer de Carora una tierra de convivencia entre opuestos, entre el verano y la riqueza agropecuaria, entre el empuje de los hacedores de riqueza y el compromiso social sin el cual no puede haber justicia y paz.
Isaías Ávila fue heroico en sus luchas y eso lo define como hombre público. Fue también un hombre de condición modesta en lo personal. Y esta doble condición humana es algo que toca resaltar como una virtud que antes era compartida y ahora una pieza rara de museo. Rindamos tributo a Isaías Ávila que es rendirle tributo a esas esencias de la caroreñidad, la lucha por la justicia social, la lucha para vivir de un trabajo honrado, la lucha por ser hombres y mujeres útiles, enarbolando banderas de libertad e igualdad bajo el imperio de nuestra conciencia y de los principios morales que la conforman.