Si bien es cierto, la mujer de hoy en día sale a la calle a trabajar, contribuyendo tanto monetariamente como con su trabajo diario al mantenimiento de una familia, esa condición ha hecho que la familia se vaya deteriorando progresivamente y sea esta una de las causas de la violencia que se vive en las grandes ciudades.
Esta situación ha generado descuido a los hijos por nuestro crecimiento profesional y ha dado como fruto muchos niños desasistidos, criados por señoras de servicio que no tienen ninguna preparación académica, profesional y con valores muchas veces diferentes a los que se siguen en el seno de la familia donde trabajan.
Si fuera niña, me sentiría muy triste de estar con una persona ajena, que no me quiere, ni me atiende como mi madre, que no me está aportando los valores éticos que necesito para mi formación. Contaré una anécdota: realizando mis pasantías como docente de preescolar me encontré con el caso de un niño que tenía un lenguaje soez, no acataba normas y otras cosas más. Llamé al representante y acudió el padre muy apenado, señalándome que él tenía un alto cargo en una universidad, que era orientador familiar, que su esposa era profesional de la medicina y que su hijo quedaba a cargo de una señora de servicio y de la abuela.
Además, que era solamente el domingo el día en que ellos realmente lo atendían. Esto no es un caso aislado, es lo común. Ahora, ellos tenían cómo pagar una señora de servicio, pero la mayoría de nuestras mujeres -que ganan salario mínimo- no tienen para pagar esos servicios y los hijos quedan a cargo de algún familiar o cualquier persona, quienes les hacen el favor de tenerlos en su casa, o los dejan solos, sin percatarse qué normas, qué valores tienen esas personas para criar a sus hijos.
La mujer y su esposo deben considerar todas estas variables para que los hijos queden bien atendidos. Uno de los dos padres debe sacrificarse, si no están presentes los abuelos o un adulto responsable para cuidar a los niños. Porque estamos construyendo una sociedad de niños huérfanos de afecto, de principios, de valores fundamentales, entonces de qué sirve trabajar y tener estatus si no tenemos una familia armoniosa.
La mujer quiere y necesita emancipación, pero no puede ser a costa del sufrimiento de los niños. Ella debe retardar su salida a trabajar en la calle, para que atienda a los hijos en las etapas más críticas, que son la niñez y la adolescencia.
Por otra parte, a la mujer se le ha glorificado, santificado por el hecho de criar sola a los hijos, pero ha sido un error cultural que debe enmendarse. En este sentido, no se puede seguir sintiendo una súpermujer, porque dentro de cada megamadre hay una persona con deseos de tener tiempo para ella, con deseos de ser valorada y que se equilibren las cargas.
Si bien el hombre no puede llevar en el vientre a los hijos, puede aprender a cuidarlos y atenderlos para aminorar la responsabilidad de la mujer. Además, ser proveedor y colaborar con los oficios del hogar. Si la mujer y el hombre aportan monetariamente para sustentar la familia, al hombre también le corresponde hacer oficios del hogar.
La mujer venezolana debe valorarse y enseñar al hombre a que si ambos trabajan fuera, ambos también deben realizar las tareas domésticas. El hombre debe retomar las riendas del hogar, y la mujer debe quitarse ese cintillo de “echada para adelante”, “guerrera”, por uno más equilibrado, para que no le quite al hombre el papel que tiene en la crianza y manutención de los hijos.
Criar a los hijos sola es una carga muy pesada y por ello la mujer debe elegir con precaución su pareja. Esa es la primera muestra de valoración que debe tener una mujer. Traer un hijo al mundo es una cosa seria, no se deben tener relaciones sexuales a la ligera, sin medir las consecuencias de nuestros actos, porque hacerlo y concebir en esa circunstancia es traer al mundo un hijo que va a llevar la pesada carga de no haber sido deseado, ni planificado y de no beneficiarse de la formación que le puede dar un padre. Por eso considero que todos los días nuestra educación debe contribuir a que las niñas construyan una autovaloración positiva para que se amen a sí mismas, para que se valoren y tengan un proyecto de vida que incluya la maternidad responsable.
También, a aprender que el sexo no es un acto de placer solamente, animal, sino racional, porque tiene implicaciones sociales, ya que conlleva la procreación y traer un hijo siendo madre soltera es contribuir con el drama de seguir perpetuando una sociedad de mujeres, desequilibrada que ha marcado nuestro país y de la cual no podemos sentirnos orgullosos.
La mujer en Venezuela
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