La aprobada Lottt no sólo anuncia un contenido, sino que fija una posición sobre la formación (la educación) y el trabajo, superando la posición constitucional y perfeccionándola.
Dentro del contexto socialista, de la integración sistémica de los procesos sociales, resuelve la dicotomía, la diferenciación y la contraposición entre educación y trabajo, “superando la fragmentación del saber, el conocimiento y la división entre las actividades manuales e intelectuales” (Art. 294).
El trabajo es espacio de educación, de formación del ciudadano, construcción de la sociedad y del Estado; esta posición constituye el aporte mas revolucionario de la Lottt, que sorprendentemente trasciende el propio ámbito del trabajo y abarca la cotidianidad social, estableciendo el principio que la educación se produce de manera integral en la complejidad de la vida cotidiana.
El ser humano se actualiza, se forma como tal en el contexto social y la formación (educación) resulta entonces consustancial al trabajo y a los otros procesos sociales, por lo mismo debe ser el espacio privilegiado de su desarrollo.
El espacio social debe ser sometido a un proceso participativo y consciente de adecuación a la instancia de formación colectiva, integral, continua y permanente de acuerdo con el proyecto país; este rescate del poder formativo-educativo del contexto social, obliga a una revisión integral de nuestro sistema educativo, marcado por la fragmentación de instancias que compiten entre sí, se destruyen mutuamente, tratan de monopolizar y hegemonizar las demás y al final, desequilibran la formación del ser humano; como ha sostenido no sin razón, Jean Jack Rousseau.
A cada fase del desarrollo humano le corresponde su manera de participación e integración, y la formación correspondiente bajo la mediación de los actores sociales que le son propios. Vista la formación desde la complejidad social histórica, todos los ciudadanos estarán en formación y serán formadores a la vez, de manera permanente, a través del desarrollo de todas sus funciones naturales de acuerdo con la cultura del país, región y localidad.
El Plan Nacional de Formación, por lo tanto debe tomar en cuenta las secuencias evolutivas del ser humano y su incorporación natural a los procesos sociales; la metodología consustancial a este proceso de formación será la autoformación integral, colectiva, continua y permanente a través del diálogo de saberes, la reflexión-acción trasformadora y la construcción de la memoria histórica local, regional y nacional.
Es un proceso de transmisión de cultura, pero también de creación y transformación; la instancia escuela cumplirá su rol complementario y especializado, pero dejará de ser hegemónica y reproductora de las desigualdades y diferencias sociales.