Polpot nació en la capital de Camboya, Phom Penh, en la década de los veinte del siglo que recién culminó.
Cursó estudios en una escuela cristiana, posteriormente llegó a ser monje budista y hasta maestro de historia.
Luego se dirigió a París para continuar sus estudios, allí formó parte de células comunistas. Producto de sus cavilaciones, decidió que el comunismo era la respuesta en contra del colonialismo francés que imperaba en su país. Se dedicó a formar ideológicamente a los campesinos de las aldeas en donde se escondió, allí y organizó su ejército el «Khmer rouge». Luego de participar en muchos combates con algunos países vecinos y en la misma Camboya llegó triunfante a la capital en 1975.
Millones fueron los camboyanos que pagaron con su vida su intrincada aventura. Pensó que había que devolverle a Camboya el esplendor milenario, debido a lo cual había que desecharse todo aquello que fuese o implicase modernidad, educación, arte y filosofía, ya que según él, dañaban a la sociedad, por lo tanto en primer lugar las ciudades tenían que abandonarse y sus residentes radicarse en los campos, por otro lado debían destruirse las fábricas, las escuelas. Se emprendió una feroz persecución en contra de políticos, artistas e intelectuales y religiosos.
Otro objetivo de su revolución era suprimir la relación familiar. En sus atormentadas elucubraciones empezó a ver enemigos en todas partes, a tal extremo que muchos de sus antiguos seguidores comenzaron a ser perseguidos y exterminados.
Producto de sus patológicos pensamientos creyó que sus ideas debían extenderse y practicarse en todo el mundo, y para coronar su proyecto, decidió cambiarle el nombre a Camboya por Kampuchea. Como es lógico pensar, el pueblo camboyano no eligió la desgracia que se cernió sobre él.
La historia está surcada de innumerable cantidad de ejemplos ordinarios y trascendentes de situaciones en las que se han tomado decisiones que traen consigo repercusiones que de haberse meditado con detenimiento no hubiesen generado las consecuencias que acarrearon.
En otras oportunidades como en el caso de Camboya, alguien producto de una mente desquiciada, autoritariamente encauzó a ese pueblo por la senda de la destrucción y la barbarie. Pero, así como el personaje someramente descrito arriba, sintetiza la barbarie, el atraso, la violencia e irracionalidad, han existido otros seres como Mahatma Gandhi, Martin Luthrer King y Nelson Mandela que su pensamiento, obras, sacrificios y acciones, la ofrendaron por la paz y los derechos humanos no sólo de sus compatriotas sino por toda la humanidad. Esa es la bitácora a seguir.
El destino de una nación no debe estar en manos jamás de individuos que descartan la concordia entre los ciudadanos, para promover por contrario, la confrontación y la intolerancia.
La superación personal, la igualdad de oportunidades para todos, la paz social, el fomento de una educación de calidad, el estímulo e incremento de las actividades económicas públicas y privadas, prestación oportuna y la dotación adecuada de los diferentes servicios públicos, deben ser entre otras las premisas que orienten las ejecuciones de quienes llevan el timón de los asuntos de un país y sus ciudadanos.
A nadie se le podría ocurrir plantear por ejemplo el conuco como modalidad productiva ya que está plenamente demostrado que técnica y económicamente su rendimiento es deficiente además de ser una forma productiva fuera de todo contexto. Constituiría la adopción de una forma productiva primaria ya extinguida, en la cual la familia queda confinada a una tierra que en calidad de de posesión temporal y no de propiedad, le pudiera conferir el Estado todo poderoso.
Aunado a él, también son inviables los gallineros verticales ya que desde el punto de vista económica y sanitario, lo que generan son problemas. Igual deducción podríamos hacer de la modalidad del trueque para la comercialización de bienes y servicios.
Hoy a comienzos de una centuria, los gobiernos que todavía hablan de la economía comunal o comunista como China; realizan sus transacciones internacionales nada más y nada menos con el signo monetario del imperio de occidente. Un puesto de empanadas con el cual muchos padres se han ayudado para levantar una familia, ciertamente constituye una forma de ganarse la vida; pero no es la actividad que generará mejor calidad de vida y menos aun cuando los ingredientes para realizarlas: gas, caraotas, carne, aceite, escasean o sus precios son caros. La invasión de terreno, viviendas y fincas en vez de que la posesión de los mismos, sea producto del esfuerzo personal y familiar como muchos lo hemos logrado, tampoco es una propuesta plausible.
Estos ejemplos domésticos y folklóricos y hasta coloquiales, de propuestas personales, productivas, tecnológicas y bursátiles no son los más idóneos ni para desarrollarnos como país y mucho menos para ponernos a la par con la tecnología de última generación que se maneja a nivel internacional.
Hay un camino de progreso, avance, cambio y participación al cual estamos convocados por un joven venezolano cuya gerencia municipal, actividad parlamentaria y su acción de gobierno regional ya ha demostrado que sí se pueden hacer las cosas incluyendo a todos los venezolanos los y nacidos en otras latitudes que conviven con nosotros. Esta propuesta seria, renovadora, fresca, sin ofensas sin colores discriminatorios y participación mancomunada, la lidera Henrique Capriles Radonski.
Tú decides: Tomas la trilla del pasado y al atraso o abordas el autobús tricolor recorrer la autopista del progreso.