Tarde otoñal en Premiá de Mar, población litoral de menos de 30.000 habitantes, 20 kilómetros al norte de Barcelona. Junto al banquillo de un modesto campo de la tercera división catalana de fútbol, dos botellines de agua usados resisten el intenso calor que emana el césped artificial.
La imagen data del 2 de septiembre de 2007, cuando el valor de los frascos llenos seguramente no superaba un euro.
Cinco años después, es posible que ambos receptáculos vacíos y arrugados alcancen cifras más absurdas en cualquier subasta pues su consumidor no fue otro que Pep Guardiola, el galardonado entrenador del Barcelona que ese día se estrenaba como técnico en un escenario secundario con el filial azulgrana. La misión: ascender a la segunda división B.
«Vacío» fue también la palabra elegida por el técnico de 41 años el pasado 27 de abril para explicar su retirada de uno de los equipos más exitosos de la historia. «El tiempo desgasta. No tengo energía», argumentó ante el inminente cambio de ciclo en el Barsa.
«Ya como jugador se le intuían grandes facultades para entrenar. Ese día lo vi algo nervioso, pero bien. Intenso, como siempre. Me acuerdo que, cuando se cayó uno de sus jugadores, lo levantó por la solapa y lo animó a seguir corriendo, como le he visto hacer tantas veces después con Dani Alves o Carles Puyol», relata Quim Ayats, su primer rival en los banquillos.
El exentrenador del Premiá y actual director deportivo del Llagostera desvela también como «en la primera jugada, presionaron al arquero y me di cuenta que nos había espiado la semana anterior contra el Villassar de Mar. Así me lo reconoció después. Nunca afronta los partidos con las manos vacías. Siempre va bien documentado».
El resultado final de 0-0 no evitó el cumplimiento de la misión inicial de Guardiola y el filial acabó subiendo de categoría.
Uno de los que escuchó su primera charla en aquel vetusto vestuario es el hoy jugador del Espanyol Víctor Sánchez, quien reparte elogios para el técnico: «Con él jugué muchísimo en el filial y me hizo debutar con el primer equipo. Tengo mucho que agradecerle».
Junto a ambos estuvo el que será el próximo timonel del Barsa, Tito Vilanova, al que Sánchez ve sobradamente capacitado para asumir el relevo del que fuera declarado mejor entrenador del año en la pasada gala del Balón de Oro. «Tengo un buen recuerdo a nivel futbolístico y humano. Confió en nosotros para ascender y muchos éxitos del Barsa son gracias a Tito».
También estaba Pedrito, hoy Pedro Rodríguez, otro eterno agradecido a Guardiola «por todo lo que me ha enseñado y la oportunidad de jugar en el primer equipo. Su adiós es doloroso pero debemos respetarlo. Ahora queremos ganar la Copa del Rey para dedicársela», dijo el canario tras el anuncio del adiós.
En total fueron 22 los canteranos que sintieron por primera vez el aliento del Camp Nou bajo la batuta virtuosa de Guardiola. Quizás ninguno refleje mejor lo valores del entrenador que Sergio Busquets, hijo de su excompañero Carles Busquets. El mediocentro, de bajo perfil mediático, ocupa la misma posición que Guardiola en el llamado «Dream Team» de los años noventa y destaca tanto por su técnica como visión de la jugada y capacidad de reacción.
Tras el ascenso, el técnico no dudó en darle la alternativa en su debut en el Camp Nou.
Fue un estreno difícil, pues la era Guardiola en primera división inició con derrota por 1-0 contra el modesto Numancia en Soria y siguió con un empate en casa 1-1 frente al Racing de Santander. Pero, pese a las críticas, ambos siguieron el rumbo marcado hasta trazar el camino más glorioso en la historia del barcelonismo.
Trece títulos en cuatro temporadas, incluidas tres ligas españolas y dos Ligas de Campeones, sitúan a Guardiola como el entrenador más exitoso: el catalán alcanzó la final de la Copa del Rey con 246 partidos oficiales disputados en los que ha contado 181 victorias, 47 empates, 21 derrotas, y 635 goles a favor por sólo 181 en contra.
Pero el legado del nativo de Santpedor va mucho más allá de los trofeos acumulados. Como buen visionario, se afanó desde el primer día en crear escuela y sentar las bases de un gran club como previamente hiciera uno de sus referentes, Johan Cruyff.
Identidad propia
El arquitecto del «Dream Team» fue uno de los principales valedores de su fichaje, y Guardiola recurrió a menudo a su peculiar lógica a la hora de confeccionar sorpresivas alineaciones que fueron referenciadas como «guardioladas», alusión directa a las «cruyffadas» que apelaron a los frecuentes inventos de su mentor.
El catalán, sin embargo, bebió de varias fuentes y superó las ambiciones del holandés a la hora de dotar a la entidad de una identidad propia dentro y fuera del terreno de juego.
Dedicó el último tramo de su carrera futbolística a vivir nuevas experiencias en el extranjero y, antes de iniciares como técnico, se esmeró en compartir conocimientos con colegas como el argentino Marcelo Bielsa, a quien visitó en Rosario junto a su amigo, el cineasta David Trueba.
Tras un año de aprendizaje en el Barsa B, la directiva le dio la alternativa en el primer equipo, y Guardiola aceptó con el convencimiento de que el club necesitaba una notable reforma en su engranaje deportivo.
Purgó el vestuario de futbolistas deficientes en compromiso, optando por reforzar el carácter solidario y unitario del grupo, defendiendo siempre los valores del buen juego y el trabajo por encima del talento individual.
Emprendió una profunda remodelación de los hábitos diarios, erigiéndose en el principal impulsor de la nueva ciudad deportiva, donde el primer equipo puede almorzar en las instalaciones, como ocurre en tantos clubes italianos.
Siguiendo el modelo de Bielsa, negó entrevistas y se encomendó a las ruedas de prensa, limitando también el acceso mediático a los jugadores.
Una filosofía
La construcción de la nueva residencia de jóvenes futbolistas en sustitución de la vieja Masía junto al Camp Nou también luce el sello autoral de Guardiola. Las promesas comparten así instalaciones de primer nivel con los astros y, aunque las cualidades futbolísticas siempre determinaran el futuro, Rubén Bonastre, coordinador pedagógico del centro, desvela uno de los secretos del éxito del técnico catalán: «Cuando nos visita, Pep siempre pregunta si los chavales son felices. Es su principal preocupación porque, si un chico no disfruta de la vida, es difícil que juegue bien al fútbol», explica.
Un lustro ha dado mucho de sí para Guardiola, el Barsa y el fútbol, que probablemente tarde en vivir una época tan fértil en un espacio tan corto tiempo. Nuevamente como Bielsa, insistió en reevaluar el status quo al final de cada temporada y, a mediados de la última, intuyó que la pasión de las cuatro primeras se desvanecía.
En curiosa cuadratura del círculo, dirigió su último partido frente al Athletic del «Loco». Finalmente, un título más para añadir a su brillante palmarés. Acabado el partido, iniciará un nuevo ciclo para el barcelonismo y también para Guardiola.
Sobre el césped quedarán los recuerdos. Y dos botellines.
Foto: Reuters/Archivo