Lecturas de papel – El riesgo de leer

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Por estos días leí varias noticias vinculadas con el tema de la lectura. Dos de ellas muy dramáticas y violentas. Una venía de Afganistán, donde un aberrado hombre mutiló a su esposa porque ella había aprendido a leer y estaba estudiando. Tomó un filoso cuchillo y le cercenó los dedos de las manos para que no volviera a leer los libros que tanto le molestaban, pues se interponían entre él y su mujer.

La valiente mujer, después de sanar sus heridas y denunciarlo, afirmó que seguirá estudiando y leyendo libros.
Otra triste noticia viene de España, donde un inspector de educación acusó a una maestra por atreverse a desarrollar la lectura en niños de apenas 4-5 años. Al parecer esto atenta contra la estabilidad del sistema educativo pues los menores no deben aprender a leer a tan temprana edad porque se convierten en un problema para las autoridades que no pueden controlarlos.
Confieso que he pasado días con el ceño fruncido y hasta se diría que deprimido. Después de estar desde los cuatro años metido entre libros, lecturas clandestinas y como asesor de lectura para el Estado venezolano desde hace más de 20 años, estas noticias no son nada alentadoras. Pensar además, que en Venezuela nadie sabe a ciencia cierta sobre estadísticas que evalúen los procesos lectoescriturales, es más triste y lamentable. Siendo Venezuela uno de los primeros países del mundo que en la década de los ’70s desarrolló una política de Estado para atender este tema.

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Sin embargo, no todo ha sido negativo. Hace unos días recibí por Twitter la invitación para acceder a un enlace donde una tuitera presentaba un artículo sobre su experiencia de lectura.

Refrescante escrito sobre la experiencia de una niña de 8 años que descubre la magia de la lectura mientras conoce el espacio de una biblioteca. Su asombro al ver tantos libros, sus cubiertas, su espesor, los extraños y a la vez sugestivos títulos donde se introdujo para no regresar.

De esa lectura rescato, por mi vinculación con ese hermoso proyecto, el encuentro que ella tuvo con las denominadas Cajas Viajeras. Fue a comienzo de los ’90s cuando se inició ese tan elaborado proyecto. Contó con el apoyo de la Comisión Nacional de Lectura-Fundalectura y la asesoría académica de las más prestigiosas universidades venezolanas, entre ellas la UCV, ULA, UDO, LUZ, UPEL, UNEG, que aportaron, tanto sus docentes-investigadores como sus espacios y apoyo académico incondicionales.
De esta manera se seleccionaron textos de manera pedagógica adecuados a los intereses y edades de los neolectores. Este proyecto de las Cajas Viajeras involucró, tanto a los alumnos-maestras, como al personal directivo, familia y comunidad.
Las bibliotecas de las escuelas fueron dotadas con material pedagógico variado, tanto por sus temas, autores, como diseño y facilidad para su distribución y manipulación.

Ahora que leo este escrito de una persona físicamente desconocida pero vinculada espiritual y literariamente, me sorprende gratamente saber que esa propuesta de hace tanto tiempo cayó en terreno fértil. Sus frutos, jóvenes escritores, aparecen gradualmente firmando artículos, ensayos, narraciones, poemas o al menos 140 caracteres de un medio como Twitter.
Quien desee ahondar en lecturas de nuevos escritores, como Mariela Cordero, puede consultar en @mariellecg: La caja viajera. Libros nómadas. Se encuentra en <http://bibliomula.org

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